━"En el amor y el sexo todo vale"
Comienza con la traición, prosigue con la venganza y termina con varias personas heridas.
Debes confiar en tu pareja, con la persona que estás casado. ¿Pero y si está te engaña con alguien cercano?.
¿Que pasaría si...
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MESES
Cedric salió de coche, cerrando con fuerza la puerta. Se le notaba enfadado, pero no sabía el por qué. Su mandíbula estaba apretada, sus rasgos duros y sus puños apretados.
Danae frunció el ceño extrañada al verlo, ni siquiera se preocupó por ella.Bajó del coche.
-¡Cedric! ¡Espérame, joder!
El hombre la ignoró, sacó las llaves de la casa para abrir la puerta. Danae lo siguió.
-¿Se puede saber que diablos te pasa?- cuestionó Danae, cerrando la puerta tras ella.
-Y aún así lo preguntas.-rió irónico por lo bajo rodando los ojos, causando que Danae lo mirase extrañada frunciendo el ceño.
El Diggory se adentró hasta la cocina, dónde los menores de la familia; Claire, Oliver y George se encontraban sentados en unos taburetes mientras se servían a sus papilas gustativas una rica tarta de chocolate.
-¡Papá, Danny llegaron!-celebró Claire bajándose con cuidado para no caer del taburete debido a su altura. Corrió rápidamente hasta llegar a los brazos de su amado padre.
Cedric atrapó a su hija en el aire, abrazandola con fuerza y besando su mejilla.
-Ey pequeña, ¿nos hecharon de menos?-preguntó aún cargandola y sentandose en el taburete al lado de los gemelos.-¿Que tal, campeones?-revolvió sus cabellos.
A pesar de todo, Danae agradecía el trato de Cedric hacia sus hijos, pues jamás los hizo sentirse mal. Los trataba como unos hijos más, su relación era padre e hijo. Al menos los menores no carecían de figura paterna, pues constaban de Cedric, inclusive su hermano Axel y su tío Oliver.
Al igual que con Claire, quien consideraba a Danae como una madre. Pues, siempre se lo había dicho la mujer, que ella era como la hija que nunca tuvo.
-Estuvimos bien, pero yo no quiero cenar. Comí demasiada tarta.-rió Oliver apoyando su cabeza en la mesa.
Danae se acercó lentamente y besó la cabeza de los tres menores, tomando asiento frente a ellos. George frunció el ceño mirando a su madre, la veía decaída y en sus ojos no había brillo ninguno.
