De Camino a Casa

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Años en tu Mano

[DE CAMINO A CASA]

Caminamos bajo la noche, pero contigo delante de mi, me costó aceptar que el sol no se hubiese confundido en sus horarios. Cuando te giraste para verme y sonreíste, pude sentir algo extraño. Pero, que me gustó. Suena extraño; tal vez era una buena impresión.

Seguiste por el sendero de tierra, en ningún momento descuidé tu andar, salvo cuando busqué la enorme luna brillante y sus varios cientos de miles pequeños acompañantes nocturnos. La brisa fresca recorrió todo el bosque en cuestión de segundos. Tu pelo celeste no fue ajeno a ello y se dejó llevar. El sonido medido de las pisadas me hacía preguntar hacia donde íbamos, o más bien, hacia donde yo quería ir. Luego recordé que no estábamos solos.

Me giré para ver a Paimon, más solo una risa burlona y algo picarona fue su única forma de responder ante de mi mirada. Ella se adelantó lo suficiente hasta que pareció que el bosque la hubiese guiado hacia lo más profundo de sí. Sin embargo decidí que ella hiciera lo que quisiera, en estos momentos poco me importaba más que tus próximas palabras. Y estuvo en el borde del acantilado a preguntar. Aunque me detuve al escuchar un pequeño pero nítido sonido del caer del agua. Busqué a lo lejos y me encontré con un pequeño río que era producto de una pequeña desembocadura de uno más grande.

—Viajero, ¿te importaría esperar un momento más antes de ir a casa? —su mirada se cruzó con timidez con la mía.

Para cuando quise hablar, me di cuenta que estuve tanto tiempo esperando algo tuyo que ni siquiera mi mente tenía planeado hacer algo. Me quedé sin palabras. Así que solo negué gustoso. ¿Que podría ser más importante que esto?

—Gracias —fue lo único que escuché antes de que el viento volviera con fuerza, y ella iniciara el espectáculo más impresionante que he visto en toda mi existencia.

Comenzó de manera lenta, giraba sobre su propio eje con delicadeza y sin abusar de la fuerza de sus pies, su pelo resplandeciente acompañaba sus movimientos como si de música hecha por Barbatos se tratase. De vez en cuando sus orbes azules analizaron mi alma en cuestión de segundos.

Siguió robándome el aliento, a pesar de querer decir algo, no estaba seguro si tendría una palabra para describir lo que estaba viendo.

Y así como empezó, terminó. Un sutil, y firme movimiento. El agua que corría bajo sus pies se cristalizó en un santiamén. La neblina congelada se escapó y el calor de su hielo llegó hasta mi. Ayaka se detuvo finalmente la luna que prestaba su luz, fue cubierta por las nubes inmensas del cielo, pero para mí no hubo cambio.

—In-increíble, ¡eres genial Ayaka! —fue lo único que se me ocurrió decir para no quedarnos en silencio.

—¿Te gustó, viajero?

—Me dejaste sin palabras, fue perfecto...

Esa era la palabra que más se le acercaba a lo que había visto. A su manera.

—Que alivio, no quería quedar mal.

—Creo que era imposible —dije honesto a mi pensamiento, ella solo negó con la cabeza y sonrió—. ¿Ahora?

One Shots Viajero en DerivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora