❐│𝐃𝐔𝐐𝐔𝐄𝐒𝐀

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HANA ESTABA EN EL DESPACHO de su padre desde hacía ya quince minutos

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HANA ESTABA EN EL DESPACHO de su padre desde hacía ya quince minutos. Había sido llamada y ni siquiera sabía el motivo, no había hecho nada malo ni mucho menos humillante para que tanto él como su madre requirieran su presencia en aquel lugar.

Desde que fue una niña aprendió que en el despacho no recibías dulces o regalos, era el lugar donde te regañaban por tus malas acciones y te daban noticias importantes.

Era su segunda vez en la oficina y temblaba de la cabeza a los pies como un cachorro recién nacido intentando mantener la compostura. Ni ella ni Navier fueron llamadas a ese lugar cuando niñas, y la única vez que su hermana piso aquel suelo fue para conocer sobre su compromiso con Sovieshu, y de eso hace muchos años.

No lo negaría, tenía mucho miedo.

Había visto y escuchado en innumerables ocasiones como su padre regañaba—y en pocas ocasiones golpeaba— a Kosair, quien era el que más pisaba esa habitación de los tres.

Por lo regular estaba acostumbrada a tratar más con su madre que su padre, la Duquesa estuvo, y está, para ella y sus hermanos. Su padre era algo distante y con una personalidad peculiar, pero nunca fue lo suficientemente ausente como para olvidar su rostro o su forma de hablar. Era un hombre ocupado con tres magníficos hijos y un gran ducado que mantener, hacía lo posible para estar en sus momentos importantes y eso era más que suficiente para el trío.

La preferencia a la matriarca era entendible, esa mujer los había criado prácticamente sola y por eso le extraño el hecho de que, en vez de ser llamada a su despacho, lo fue al de su padre.

Tal vez algo había sucedido con Navier, tal vez el tonto de Kosair había perdido un brazo mientras hacía fuerzas con un ogro y ahora debía usar uno de metal... Las posibilidades que se extendían frente a ella eran numerosas y contaba con poco tiempo para analizarlas.

Miró de reojo como la puerta era abierta y por ella entraban sus progenitores. Contó hasta veinte disipando los crecientes nervios y rápidamente se puso de pie para recibirlos como corresponde.

— Madre, padre — saludó algo dudosa.

Algo que siempre amo fue el hecho de que desde niños les enseñaron a ocultar sus sentimientos a la perfección y solo mostrar un rostro sereno, pero ahora lo odiaba. Ver la expresión seria de su madre le causaba escalofríos. Aquella mujer de cabellos amarillos y mirada letal le eran un enigma aún siendo su hija, era alguien que respetaba, eso jamás se pondrá en duda, pero la intriga que guardaba era enorme.

Ambos duques tomaron lugar frente a ella y llamaron por té a una sirvienta. Podría parecer tonto, pero si no había té en las reuniones de la mansión Trovi, entonces los asuntos por atender eran severos y de alta precaución.

Ver la taza con té de rosas aliviano la tensión de la que solo ella era parte y le permitió a su corazón latir a un ritmo más normal evitando una arritmia. No le avisarían sobre la muerte de alguien o que Kosair quedaría con un brazo metálico a partir de ahora, o puede ser que si, si hermano era muy aleatorio.

Cuando el personal se retiró y su madre dio su primer sorbo de té, fue el momento donde la plática infernal inició.

— ¿Cómo te va con las clases de finanzas? — preguntó su padre, mientras ubicaba nuevamente la taza sobre la mesa.

Sabía que pronto le preguntaría por ello. Odiaba con toda su vida finanzas y a su profesor, pero eso era algo que el Duque no sabría, jamás le diría a su padre los conflictos que se han presentado en la clase por su incompetente educador.

Se enderezó preparando la mentira — Excelente padre. He resuelto más de la mitad del libro que me diste y las clases son muy interesantes. — Llevó la taza a sus labios viendo como asentía satisfecho, no era una mentira del todo.

— ¿Has visto a tu hermana estos días? — inquirió su madre.

Ella negó, dando la respuesta en silencio. Navier era alguien muy ocupada y con las grandes celebraciones que se acercaban estaba segura que su hermana estaba ahogada en papeleo. Sovieshu era algo tonto en cuanto a organizar banquetes, pero fuera de eso, era un buen emperador a su criterio.

Luego de aquello, se dedicaron a disfrutar de la fragancia del líquido color amarillento. La ansiedad empezaba a carcomer su nervios a medida que el tiempo transcurría ¿Qué era eso que los retenía? Siempre habían sido muy directos expresando su desacuerdo con algo o alardeando sobre aquello que los enorgullecia.

¿Era lo suficientemente malo para quitarle las palabras a los fríos Trovi?

Su madre suspiró al ver la intranquilidad de su hija y la vio a los ojos proclamando unas palabras que la dejarían helada. — Hana, hija mía, estás comprometida con el Gran Duque Kaufman.

Tan pronto como escuchó la palabra compromiso sintió como un gran balde de agua caía por completo sobre su cuerpo y su torrente sanguíneo se detenía a escuchar la plática. Vio a ambos esperando que fuera una sorpresa, pero era imposible que bromearan con algo como eso, no tenían sentido del humor pero rogaba que por primera vez en su vida le hicieran una broma, y de muy mal gusto. Al ver la mirada severa de su padre se dio cuenta de lo que venía.

No parecía tan mala la idea de que Kosair se quedara sin brazo, un Bucky rubio sonaba tentador.

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