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HANA MIRABA POR EL GRAN ventanal color plata que decoraba su habitación el atardecer

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HANA MIRABA POR EL GRAN ventanal color plata que decoraba su habitación el atardecer. El resplandor dorado del sol poniente bañaba su rostro y la habitación en un cálido resplandor, creando un suave contraste con el frío de su corazón. Era en esta hora mágica, cuando el cielo se transformaba en un lienzo de tonos rosas y naranjas, que se sentía más viva, pero al mismo tiempo más vulnerada. Las sombras que se alargaban a su alrededor parecían recordarles las decisiones que la aguardaban, cada una con su peso y consecuencias. ¿Podría un corazón cautivo florecer en un entorno donde las expectativas y las tradiciones pesaban más que el deseo? Mientras contemplaba el horizonte, un nudo se formó en su pecho, pues sabía que las respuestas no llegarían a ella sin un sacrificio; un sacrificio que podría cambiar no solo su destino, sino también el de aquellos que amaba.

La idea de conocer a Kaufman la llenaba de nerviosismo y temor; cada día que pasaba la acercaba más a ese encuentro, y su mente se inundaba de preguntas sin respuesta. ¿Sería amable? ¿Comprendería sus miedos? El peso de sus responsabilidades crecía en su pecho, como si una sombra se posara sobre su juventud. En el fondo, sabía que no era solo un matrimonio; era un cambio radical en su vida, una entrega a un destino que no había elegido. El eco de las risas despreocupadas de sus amigas resonaba en su memoria, recordándole la ligereza de aquellos días en que el futuro era solo una promesa de aventuras, no un camino lleno de expectativas y obligaciones.

La idea de dejar su apellido le parecía como despojarse de su identidad, de todo lo que había sido. La esperanza de que su prometido aceptara su deseo de conservar el apellido Trovi se convertía en su ancla emocional, una forma de mantener viva la conexión con su hogar y su historia. Pero en lo profundo de su ser, sabía que convencerlo no sería fácil; la tradición era poderosa, y un duque no estaría acostumbrado a cuestionar su linaje.

Mientras miraba por el ventanal, el cielo se tornaba cada vez más oscuro, como si reflejara sus pensamientos. Se preguntaba si alguna vez podría encontrar la felicidad en medio de las restricciones de su nuevo rol. En su corazón, anhelaba ser más que una esposa y madre; deseaba ser una mujer con voz, con poder para decidir su propio destino. Y así, mientras las estrellas comenzaban a brillar en el firmamento, Hana se prometió a sí misma que no dejaría que su luz se apagara, sin importar cuán oscuro se volviera el camino.

El deseo de vivir en Oriente se había convertido en un anhelo ardiente en su corazón, pero la realidad de su futuro comenzaba a convertirse en una carga. Se imaginaba caminando por las calles de su tierra natal, con los rostros familiares de los pueblerinos sonriendo al reconocerla, agradecidos por su presencia. La conexión que sentía con su país era inquebrantable, cada rincón, cada sonido y cada aroma le hablaban de su infancia. Sin embargo, la cláusula del contrato la acechaba como una sombra, recordándole que su lugar estaba destinado a ser en el hogar de su esposo, lejos de su gente.

Kaufman era el Gran Duque, un título que traía consigo una responsabilidad monumental. Mientras soñaba con las posibilidades de su nuevo papel, la realidad de la pérdida la golpeaba. El hecho de que Kosair permaneciera en Oriente la proporcionaba un pequeño consuelo; sabía que su hermano haría todo lo posible por cuidar de su familia y su hogar. Sin embargo, el pensamiento de dejarlo a él con el peso de las responsabilidades la llenaba de culpa. Se cuestionaba si alguna vez podría regresar a visitar su tierra, o si el compromiso la encerraría en un ciclo interminable de deberes y decisiones que no eran suyas.

𝐃𝐔𝐐𝐔𝐄𝐒𝐀 ━━━━━ L. E. D.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora