Capitulo 39

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Julian se frotó las manos en el pantalón, raspando con fuerza las palmas en la tela para limpiar el sudor. Hacía tiempo que no se encontraba frente a la puerta de aquella casa y el recuerdo de otro tiempo en el que también se había quedado allí parado, durante minutos, recordando que debía calmarse, que debía secarse las lagrimas antes de abrirla y cruzar al otro lado, hizo que la ansiedad aumentara, notando una extraña presión en la nuca, un hormigueo que se extendía por el cuello y las sienes.

—Julian.

La voz de Kei lo sacó de sus pensamientos y giró el cuello para mirar la expresión del chico rubio que ladeó la cabeza alzando una ceja a la espera. Julian sacudió la cabeza lentamente.

—No puedo hacerlo—murmuró.

Después de todo no podía hacerlo, no podía enfrentarse aún a sus padres y verse obligado a dar unas explicaciones que no deseaba dar. Sencillamente las palabras no saldrían de su boca, atascadas en la garganta junto a toda la bilis que luchaba por salir.

—Julian —insistió Kei impaciente y Julian volvió a sacudir la cabeza.

—De verdad que no...

Miró suplicante a Kei que hizo una mueca de disgusto y Julian apretó los puños, sin apartar los brazos que seguían fuertemente pegados a sus costados y se giró para bajar hacia el coche donde Rykou les esperaba pero antes de poder alejarse, escuchó como el chico rubio soltaba una maldición y agarrándolo de la parte de atrás de la cazadora, tiró de él antes de pulsar el timbre y Julian estuvo seguro que se le detuvo el corazón.

Durante unos instantes no se escuchó nada y Julian empezó a relajarse, esperanzado de que aún no tendría que enfrentarse a aquel reencuentro pero unos inconfundibles pasos al otro lado de la puerta volvió a encogerlo, llevándose una mano a la boca para contener las imperiosas ganas de vomitar, incluso notó como se estremecía cuando finamente la puerta se abrió y un extraño silencio se hizo de pronto.

—Julian...

Julian contuvo la respiración y giró lentamente la cabeza para mirar a su madre que sonrió ampliamente antes de salir al hall de la escalera y rodeándole con fuerza, lo abrazó.

—Mamá... —musitó parpadeando, aceptando el abrazo mientras buscaba las fuerzas en sus brazos para poder apretar también a su madre, sintiendo como las lagrimas se deslizaban por sus ojos y levantó la mirada para buscar la de Kei que se mantenía al margen, observándolos en silencio.

—Te has quedado mucho más delgado —dijo su madre limpiándose los ojos con una mano nada más separarse de él—. ¿Estás comiendo bien?

—¿Qué? —Julian carraspeó nervioso, avergonzado y buscó de nuevo la mirada de Kei—. Sí...

Su madre, dándose cuenta de lo que buscaban continuamente sus ojos, también se giró y Kei bajó la mirada hasta la mujer. Desesperado, Julian dio un paso para meterse en medio si era necesario, aún buscando una excusa para explicar todo ese tiempo de ausencia, completamente desparecido pero sus pensamientos se detuvieron bruscamente cuando vio como su madre se acercaba a Kei y también le daba un abrazo al que Kei aceptó con amabilidad pero sin demasiado entusiasmo.

—Gracias por cuidar este tiempo de mi hijo —dijo separándose de él—. Pero pasad —añadió volviendo a mirarlo a él que miraba a su madre y a Kei estupefacto.

—¿Qué...?

—He estado toda la mañana preparado la comida después de que Kei me llamara para decirnos que hoy vendríais, que estabais en la ciudad para vernos.

—¿Qué? —insistió Julian prácticamente tropezando al pasar al pasillo cuando Kei lo empujó sin demasiado disimulo, obligándolo a moverse.

—He mandado a tu padre a por unos pasteles a la tienda de aquí al lado. No os esperábamos hasta dentro de una hora.

Cuando habla el corazón 3 (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora