Capitulo 26

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—¿Y si no quiero ir a la excursión?

Y de vuelta a la misma pregunta que Jack había formulado nada más se acercó a él. Kevin miró a través del espejo la figura inmóvil de su her,mano con los brazos cruzados y mirando entre una mezcla de tristeza y enfado por los cristales de la ventanilla. Llevaban así desde que había salido del colegio y le había entregado la hoja de consentimiento.

Su hermano no quería ir y por la expresión de espanto que había puesto Eila nada más llegar hasta ellos y ver el papel, Kevin imaginaba que su hermana estaba preocupada por ese viaje. O tal vez se lo parecía por el silencio que se había creado en el interior del coche, cada uno mirando hacia la ventanilla de su lado y sólo roto por la pregunta de Jack.

—¿No quieres ir?

Y era la cuarta vez que hacía esa pregunta sin que nadie le respondiera.

Cuando finalmente detuvo el coche, esperó a que Jack abriera primero la puerta y se apresurara a entrar en busca de Nathan. Giró el cuello, apretando los dedos en el volante. Hacía días que se podían ver los primeros indicios de las decoraciones navideñas en los jardines de las casas de los alrededores. Aquello le recordaba a su infancia donde algo como eso sólo se veía si salía del barrio donde vivía. No recordaba haber celebrado unas navidades. Primero, con sus padres, la cena era alcohol y podía considerar un regalo si se dormían antes de que llegaran a golpearlo; después, el hambre le había quitado interés al momento y no recordaba un año en el que Eila, más que Jack, mencionara algo de esas fechas. Había sido demasiado normal no celebrar nada. Ni cumpleaños, ni fiestas y tampoco navidades. Y el tiempo que había pasado con Kei Kazahara no había visto ni un sólo instante en el que se mencionara algo así. Dudaba que se sintiera cómodo con algo así.

Cerró un segundo los ojos, con fuerza, recordando que debía entrar en casa, fingiendo que no notaba la penetrante mirada de las dos vecinas en la casa al lado de la de Jessica. La noticia de que él y Nathan eran pareja había corrido como la espuma y las miradas se habían dirigido a él con mayor frecuencia que antes de la aparición del ruso. Lo mismo que los cuchicheos. No había tratado de desmentirlo, por no hacer no se había molestado en hablar con nadie, limitándose a una rápida y educada negativa cuando le habían invitado a algo, cualquier cosa.

Ejerció un poco más de presión en el volante, unos segundos, antes de soltarlo y bajar finalmente del coche, cerrando la puerta de un portazo pero se demoró un poco más, mirando de nuevo las decoraciones navideñas. Había visto la forma en la que la mirada de sus hermanos se detenían en ellas. Ninguno de los dos le habían pedido algo antes pero ahora, desde el tiempo que habían pasado en el internado al que Kei los había llevado, podía notar la diferencia. Apartó la cabeza y se apresuró a entrar en la casa. No le gustaba dejar a los niños mucho tiempo a solas con Nathan. Tal vez ya lo había convertido en una rutina, tal vez era por la forma tan obsesiva con la que Jack se aferraba a él y la manera que su hermana lo buscaba, a la espera de que se encontrara siempre allí, inamovible, una aterradora seguridad de que su mundo seguía encaminándose en la dirección correcta.

Cerró la puerta de casa con más suavidad de la que había usado con la del coche y escuchó las risas de Jack y las voces en la parte superior. Con un suspiro agarró la mochila que su hermano había dejado tirada en medio de la entrada y subió con ella las escaleras, viendo a su hermana de pie en la puerta de la habitación que se suponía compartía con el ruso pero que no había vuelto a usar desde su llegada. Miraba con una sonrisa el interior y se apresuró a seguir a Jack a la cocina mientras aplastaba en la mano las hojas de consentimiento de la excursión.

Miró unos instantes las escaleras por donde habían desparecido sus hermanos antes de alcanzar la puerta abierta de la habitación y mirar a Nathan que observaba el patio desde un extremo de la ventana.

Cuando habla el corazón 3 (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora