Capítulo 3 "Sumas, restas y divisiones"

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Sumas, restas y divisiones


24 de Diciembre a las 20:00 pm


La puerta se abrió. Ambos mundanos ni siquiera se habían dado cuenta de la bruja que estaba a sus espaldas. Estaban tan perdidos entre sus cuerpos que no sabían que serían futuros cadáveres.

Fue extraño.

Una mezcla entre enojo e impotencia, también estaba de colada la tristeza. Era un debate entre tirar de las greñas a ambos o tirarme al suelo a llorar.

Quería gritarles, decirles todos los insultos más callejeros que me sabía.

Quería golpearlos, desde quitarles las cobijas y con las almohadas lanzárselas como misiles.

Al final, solo pude verlos y apretar el peluche a mi pecho.

Ver eso...eso fue doloroso.

No el simple acto, era más que eso. Era la confianza que parecía haberse roto en ese mismo instante. El cariño...los recuerdos.

Lo ves todo y al mismo tiempo nada, se te nubla el juicio y si no es suficiente con eso, las lágrimas hacen lo mismo con tus ojos.

Nunca lloraría por una infidelidad.

Y heme aquí.

Patética.

Apreté las manos y grité, grité su nombre tan fuerte que no les quedó más remedio que volver al mundo real y verme horrorizados. Trataron de taparse, pero me dio risa, y por supuesto que me reí.

-¿Por qué se tapan?-pregunté, y medio reí y lloré-Conozco tu cuerpo Robin-le dije y luego la miré-y sé cómo es el cuerpo de una mujer.

Mis palabras parecieron avergonzarlos más, porque empezaron a vestirse más rápido.

-Lady... ¿qué haces aquí?-preguntó el pusilánime.

-¿Qué hago aquí? Bueno, estoy haciendo el papel de estúpida claramente. Pero si te preguntas porque venía pues ¿para qué crees? Digo, los prometidos por lo menos se ven una vez al mes ¿no? Por qué... aún somos prometidos, ¿verdad? Es raro...nunca escuche que solo se debía ser fiel de corazón y no de cuerpo en una relación ¿será que vivo en otro mundo o estoy loca?

Su rostro empalideció al recordar que tenía anillo en el dedo.

-L-lady, no digas eso...yo pu-puedo explicártelo.

Reí, reí porque de lo contrario iba a llorar con moco y todo por esto.

-¡Vete a la mierda, Robin! Creo esa explicación la paso-me encogí de hombros limpiándome una lágrima y miré hacia otro lado-La charla incómoda de la cigüeña ya la pase con mamá. Ahora, creo que es mejor que me vaya...tú sigue acostándote con tu secretaria.

La idiota abrió los ojos cuando la reconocí. Gruñí dando un portazo. Aquí, la única estúpida eres tú, secretaria. Yo seré patética y la cachuda por esto, pero jamás estúpida.

No tengo una memoria de tres segundos, te reconozco.

Principalmente porque mi amiga te llamaba putiroja-porque ella también tenía mi color de cabello y decía que había días que era extraña la relación entre estos dos.

Debí creerle, o al menos dudar.

Ah, tal vez sí soy una estúpida.

-¡Espera Lady!-gritó desde el cuarto y reí tomando mi maleta.

Una vez al año ¡si hace daño!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora