Capítulo 4

725 67 17
                                    

¿Porqué acepté una salida con un lunático que sabe cosas de mí?

Fácilmente puede ser un psicópata obsesionado conmigo.

¿Debería comprar gas pimienta para defenderme en caso de cualquier locura de su parte?

¿Y porqué me pregunto estás cosas mientras camino a casa?

Oh, mi casa.

La pregunta que le va a mi situación es… ¿estaba preparada para verlo?

Han pasado seis meses. Aún no me hago la idea de que papá estuviera mal, haya cometido errores y podría ser el hombre con más defectos, pero era mi padre, no puedo odiarlo, me debe muchas cosas; entre ellas: muchos recuerdos de padre e hija; pero no puedo odiarlo. Él siempre ha sostenido esa muralla de un papá fuerte, por momentos me creía esa imagen de superhombre… solo que al llegar la noche no soportaba la oscuridad. Convivíamos en la misma casa, pero cada quien vivía sus propias realidades sin incluir al otro. Yo estuve sola con ellos, y la decisión de irme no fue mía, fueron por las circunstancias…

Mi casa luce igual, excluyendo las grietas en las paredes. Limpio mis manos con mis jeans, y el típico nudo en mi estómago regresa, se refuerza y me dobla a la mitad.

¿Miedo? Justo ahora creo que sí. Precisamente ahora soy esa Ariana que nadie ve, que a ocultas del mundo le teme a algo.

¿Qué me da miedo? Fácil.

Me aterra de tocar la puerta ahora y descubrir que detrás de ella las cosas estén tan mal que me culpe de nuevo, miedo de mirar como la muralla de papá se haya destruido y al fin vea lo mal que ha estado todo este tiempo, todo tiempo él solo.

No puedo dejarme dominar de mis emociones. No en esta ocasión.

—A ver, Ari —dialogo conmigo—, entrarás y serás la de siempre, la fuerte y la que nada no sabe derrumbarse ¿estamos?

Bajo la cabeza, necesito creérmelo.

Vamos, todo saldrá bien. Aunque este no sea tu mes.

Estupendo, subconsciente, no sabes cuanto me ayudas.

Encierre en una burbuja el sarcasmo.

A la cuenta de tres tocas la puerta.

1

2

¡Ya!

No toqué.

—¿Qué clase de cobarde soy? —me pregunto cerrando mis ojos, perderé la paciencia que me tengo.

—La que no toca el timbre. —su voz hace que me enderece como militar ante su superior.

Ahí está. Lo estudio para ver alguna diferencia. Solo una barba muy larga, del resto no hay cambios. Su aspecto descuidado sigue indiferente a modificaciones, mas noto que sus ojeras rojas e hinchadas son de tanto llorar.

Lo hace, me ocasiona ganas de llorar, por una época yo solía tenerlas igual, lloraba por entenderlo, por abrazarlo, por sacarlo de su cuarto, por verlo bien. Por mucho que lloré nunca vi eso pasar ni parar.

Lo siento, papá, no quería volverme una razón más para llorar toda la noche… lo siento mucho…

—Papá. —menciono sonriendo y pestañando seguido, no lloraría frente a él.

Me sonríe, y es una sonrisa vacía, tan vacía como los días dentro de esa casa.

¿Porqué no hicimos nada para solucionarlo?

Mi progenitor me visualiza de pies a cabeza, he cambiado mucho, estos seis meses de libertad han sido una absoluta locura. Me he atrevido a ser lo que quisiera sin prohibiciones ni impedimentos. Solo ser yo… y aunque quise compartirlo con él, estuvo bien hacerlo. Me liberé, pero quiero liberarlo también.

La singular melodía del amor © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora