I met you🌻

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—¡Mamá, cómprame ese carrito!—pidió el pequeño Suppasit dando saltitos. Estaba encantado con aquel carrito rojo de la vitrina frente a él. Se acercaba su cumpleaños y creía que probablemente a su madre no le molestaría adelantar su regalo.

—No puedo cariño, no traje suficiente dinero hoy.

—¡Pero mamá vi que traes mucho en tu monedero! — dijo señalando el objeto que su madre tenía en su mano. 

—Mew, no grites, mejor venimos la próxima semana y lo compramos para tu cumpleaños ¿sí?

—¡No, yo lo quiero ahora!— Mew estaba seguro que si otro niño pasaba lo vería y se lo llevaría consigo y adiós regalo de cumpleaños. El solo pensar que otro niño se lo llevara hizo que sus ojos se nublaran con lágrimas, un puchero se formó en sus labios y su ceño se frunció, aunque todo esto pareciera adorable, no lo era, Mew estaba decidido por obtener ese carrito.

—Mew, cariño, no puedo comprarte juguetes cada vez que salimos. — La señora Joncheveevat trataba de calmar a su hijo que comenzaba a impacientarse.

—Pero yo quiero ese.— Mew se soltó de la mano de su madre y rodó en el piso gritando que quería el carrito.—¡Mamá, cómpralo! — algunas lágrimas salían de aquellos bonitos ojos cafés. Pero su madre no cedería tan fácilmente al deseo del niño.

La señora Jongcheveevat sintió que alguien tocaba su mano cuando intentaba levantar a su pequeño Mew del suelo.

—¿Señora, le pasa algo malo a su hijo?— preguntó un niño pelinegro con voz dulce que cargaba unas flores con ambas manos.

—Este niño que quiere ese juguete, no te preocupes, ya se le pasará.

—¿Cómo se llama?— preguntó mientras el otro niño seguía con los ojos cerrados gritando que quería el carrito.

—Se llama Mew.— contestó algo avergonzada de que algunas personas se quedaran viendo al niño agitando sus piernas en el suelo.

El niño se agachó hasta donde el otro rodaba y lo tomó de un brazo.—Mew, debes ser un buen hijo, si yo fuera tú aprovecharía cada minuto junto a ella para hacerla sonreír. No sigas haciendo rabietas.

Mew se detuvo a ver al chico de cabellos negros, que cargaba un ramo de girasoles. Debía ser de su misma edad, sin embargo era mucho más bonito.—¿Quién eres?

—Soy Gulf.—el pelinegro sonrió y le extendió su mano para que  Mew la tomara y lo saludara como hacían los grandes.— ¿Por qué estás rodando en el piso?

—Por nada.— se acomodó sus cabellos, se levantó, acomodó su ropa sacudiendo el polvo y sobó sus ojitos para eliminar cualquier rastro de lágrimas.

—Mmm... está bien.— dijo no muy convencido, pero lo dejó pasar porque el otro ya había dejado su rabieta de lado.

—Qué bonitas flores ¿Qué son?—cambió de tema el pequeño castaño. Gulf no tenía que saber lo que había pasado anteriormente, no quería quedar mal frente a un niño tan bonito.

—Oh, estos son girasoles, ¿crees que son hermosos?—Mew asintió aunque no le gustaban tanto las flores.— Son para mi mamá.— dijo con orgullo, ya que él mismo las había escogido para ella e incluso las había pagado con sus ahorros.

—¿Dónde está ella, cariño? No me digas que viniste solo hasta aquí.— habló la madre de Mew preocupada porque veía solo al niño.

—Sí, vine solo. Es que... Escapé de mi casa.—bajó la cabeza, él no quería escapar pero era la única forma de ver a su mamá.—Pero volveré luego de dejarle las flores a mi mami en el cementerio.

PARA MI GIRASOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora