Epílogo: Octubre 2003

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Octubre 2003

Era una preciosa mañana de octubre en París, las nubes dejaban paso a los primeros rayos del sol del día y las calles empezaban a llenarse de gente. El frío otoñal había dejado algunos copos de nieve sobre los coches y trozos de escarcha en las aceras que provocaron más de un caída a algún transeúnte.

En ese momento Annie caminaba rumbo a su casa con una bolsa de plástico en la mano donde se encontraba su desayuno. Aceleró el paso para cruzar la carretera que la separaba de su edificio y sacó las llaves del bolsito que llevaba colgado en el hombro para abrir la gran puerta de hierro forjado que tenía delante. La empujó y su vecina del quinto que estaba saliendo en ese momento le sostuvo la puerta. Annie sonrió mientras agradecía a su vecina, con la que había coincidido muchas veces en el metro después del trabajo, y corrió hacia las escaleras.

Annie llevaba diez años trabajando en una empresa con sede en París como jefa de un gran número de científicos que investigaban en diferentes campos de la botánica. Ella misma trabajaba en todos, ayudando a sus empleados que a la vez eran sus alumnos y apenas tenía tiempo para nuevos proyectos personales. Pero en realidad su trabajo en la empresa más las dos clases semanales que impartía en la Universidad de La Sorbona era suficiente para ella.

El edificio, que estaba situado muy cerca de los Campos Elíseos, tenía seis plantas y ella vivía en la cuarta, pero el ascensor estaba averiado la mayor parte de las veces y tras haberse quedado encerrada en él unas dos veces el último año, prefería no arriesgarse más y subir las escaleras. Cuando llegó arriba y abrió la puerta le sorprendió el ruido de la tetera en el fuego. La mesa también estaba preparada y había tostadas con mantequilla sobre un plato.

Annie dejó su bolsa con el pan y los dulces que había salido a comprar a la panadería sobre la encimera de la cocina y se volvió a sorprender al ver que todo el apartamento estaba recogido y limpio.

—¿Eric? —preguntó Annie mientras se acercaba a la habitación principal.

—Estoy aquí —respondió él saliendo del baño y sorprendiéndola desde atrás— Feliz aniversario.

Ambos sonrieron y se abrazaron en mitad del pasillo. La verdad es que Eric había hecho todo eso para compensar a Annie el no poder salir de viaje por su décimo aniversario de casados. Había sido ascendido en el trabajo y ahora los dos estaban demasiado ocupados para un viaje, aunque lo cierto es que no les vendrían nada mal unas vacaciones.

Eric rompió el abrazo para mirar directamente a los ojos a Annie y luego besarla. Caminaron hasta la mesa y comenzaron a desayunar sin pensar mucho en el hecho de que llevaban casados diez años. Se sentían demasiado viejos, sobre todo Annie, cuando recordaban el año 1990 y su éxito con el método del etileno y los tres años posteriores en los que vivieron juntos en la casona del abuelo de Annie. Pero el momento más nostálgico para los dos, al que más cariño tenían, era el de la pedida de mano en agosto de 1992.

Ese día se habían quedado en la mesa después de comer hablando hasta tarde. El sol se estaba poniendo y decidieron levantarse y dar un paseo por los rosales. Y en ese momento, rodeados de naturaleza, con los últimos rayos de sol acariciando sus rostros y con rosas rojas por todos lados, Eric se inclinó ante Annie sacando del bolsillo de su chaqueta un anillo de oro blanco. Y ella, conteniendo las lágrimas de emoción, le dijo que sí y le besó.

Poco después de la boda que se celebró en octubre de 1993 en un antiguo monasterio medieval del norte, se habían ido a vivir a ese apartamento para estar más cerca de sus respectivos trabajos. Y la casona se había quedado vacía hasta que Erwan y Odette la ocuparon.

Fue una noche, si no recuerdo mal era abril de 1994, cuando Odette descubrió a su marido Bastian robándole dinero. No dijo nada a nadie pero fue al banco y al mirar el registro de sus cuentas vio que le faltaba mucho dinero. Se sintió traicionada, como es lógico, engañada y usada. Pero no se atrevió a denunciar. Un día se lo contó todo a Erwan que había estado muy preocupado por ella y él la convenció para divorciarse antes de poner la denuncia, así no podía quitarle más dinero antes de que lo encerraran.

En el juicio descubrieron que no era la primera vez que Bastian hacía algo así, por lo visto Odette no fue su primera víctima. Y cuando lo encerraron, Odette se fue a vivir a la casona para no tener que seguir en la casa que había compartido con aquel ladrón. Y cuando se mudó le pidió a Erwan, con la excusa de que la casa era suficientemente grande para los dos, que se mudara con ella. Y él la siguió porque la seguía amando y se sentía tan culpable por sus años de ausencia que no quería volver a estar lejos de ella nunca más.

Para el año 1999 Odette y Erwan se habían vuelto a casar, allí mismo en la casona. Y a la boda, como no, asistió Annie, que desde que su padre regresó y prometió no volver a irse nunca más, decidió darle una segunda oportunidad. Y con el paso de los años la confianza en él y en sus palabras creció, recuperando la buena relación padre-hija que siempre habían tenido y que nunca debieron perder.

—Eric —dijo Annie limpiándose la comisura del labio con una servilleta— tengo que contarte algo.

—Te escucho —dijo él mirándola, la verdad es que el tono solemne de Annie había logrado capturar su atención.

—Estoy embarazada.

Eric dejó escapar un grito de emoción y el tenedor que sujetaba con la mano cayó en el plato. Sus ojos se llenaron de lágrimas y no paraba de mirar a Annie buscando que ella asintiera, que le confirmara que no estaba soñando. Ella sonrió, se llevó las manos al abdomen y sonrió. Entonces Eric se levantó de su silla y llevó a su esposa en volandas hasta la cama donde la mantuvo apretada contra su pecho por horas, acariciando la piel de su vientre.

Después de casados lo habían intentado muchas veces, pero Annie nunca lograba quedarse embarazada, y la vez que lo consiguieron en febrero del año 2000, habían tenido que enfrentarse a la pérdida del bebé. Por eso ahora estaban tan emocionados como preocupados. Habían aprendido a ser cautos y no llamar a nadie para contarles la noticia, sería demasiado duro volver al trabajo y ver las caras de lástima de sus compañeros si Annie volvía a sufrir un aborto.

Pero pasaron los meses y el embarazo comenzó a hacerse notorio, Annie había pedido la baja en el trabajo para poder quedarse en casa en reposo, tal y como el médico le había dicho. Aunque ella trabajara desde casa por ordenador, indicándole a sus alumnos en qué estaban fallando y dando conferencias por webcam. Pero ya habían pasado cuatro meses y según el médico el niño estaba sano y completamente desarrollado.

Los primeros en conocer la noticia fueron los padres de Eric que decidieron hacer un viaje desde Italia para estar con Annie mientras Eric estaba fuera trabajando. Luego llamaron a Erwan y a Odette que también viajaron para estar cerca de su hija. Lucy, que así se llamaba la madre de Eric, se instaló en la habitación de invitados mientras Toni, el padre de Eric, volvió a Italia por asuntos de trabajo después de tres días en París. Y Erwan y Odette tomaban el tren todos los fines de semana y llamaban por teléfono todos los días.

Y aunque al principio Annie se sintió un poco agobiada por tanta atención, poco a poco se fue acostumbrando y le gustó estar rodeada de su familia. Sobre todo el último trimestre cuando no podía hacer casi nada por ella misma por los constantes dolores de espalda y rodillas.

Finalmente una mañana de julio de 2004 Lucy llamó a una ambulancia y acompañó a su nuera por el ascensor, rezando para que esta vez no se atascara, no era el mejor momento. Por suerte las puertas se abrieron en la entrada del edificio y salieron fuera a esperar a los paramédicos que no tardaron en llegar.

Pocas horas más tarde Annie había dado a luz a un niño de pelo moreno como Eric al que llamaron Hugo Adrien Amaglio que años más tarde se interesaría en estudiar Botánica, como sus padres y como su bisabuelo, por el que llevaba su segundo nombre.

FIN.

FIN

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