Capítulo Uno

1.3K 145 169
                                    

Faltan ciento ochenta y tres días para el día de nuestra boda, y aún no sé cómo decirte que no quiero hacerlo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Faltan ciento ochenta y tres días para el día de nuestra boda, y aún no sé cómo decirte que no quiero hacerlo. No quiero casarme. Y no sé cómo confesártelo porque ni yo sé aún por qué no quiero hacerlo.

Pienso. Le doy vueltas una y otra vez, llegando a miles de posibilidades.

Lo primero es que no estoy segura de si realmente no quiero casarme porque eres tú quien me esperará sobre el altar, o porque no me veo llevando el mismo anillo para siempre.

Quizás simplemente no quiero casarme contigo porque odiaría ser el centro de atención ese día. Miles de ojos sobre mí. Tu familia opinando sobre cómo luzco, cómo bailo el vals, cómo hemos organizado lo que debería ser el día más importante de nuestras vidas, y que llegasen a cuestionar el haberte casado conmigo. Porque siempre he sabido que ellos desearían que quien lleva el anillo de tu bisabuela fuera otra mujer.

Pero luego pienso en que ¿y si no es solo eso? Porque sigo reflexionando y voy encontrando otras posibles opciones. Incluso puede ser el miedo a comprometerme el que habla, pero luego recuerdo que llevamos seis años juntos y pierde sentido el argumento.

Y veo que lo que hago es intentar encontrar excusas y me avergüenzo. Y, aun así, sigo intentando buscar los porqués.

¿Y si aún no es el momento de casarme contigo? ¿Y si quisiera que pasara más adelante? Diecinueve años es lo normal, pero yo aún no me siento como la adulta que todos esperan que sea.

También temo que después de casarnos quieras tener hijos. ¿Cómo voy a ser madre si aún me cuesta encargarme de mí misma? Pero sé que deseas ser padre, me lo dejas claro cada vez que vemos un bebé y tus ojos se encienden y sale en tu rostro tu preciosa sonrisa.

Y por último llega el pensamiento que arrasa con todo. El que me hace sentir la peor persona del universo. El que más me duele: ¿y si ya no estoy enamorada de ti? Porque, ¿Cómo se sabe si has dejado de amar a una persona?

Desde que era pequeña recuerdo que me enseñaran cuáles son los síntomas del enamoramiento: mariposas en el estómago, querer estar y pensar en esa persona todo el tiempo, interesarse por lo que al otro le hace feliz, mirarse a los ojos y ver ese brillo especial... Pero, ¿cómo se sabe cuando ya no se ama? Nadie nos enseña que se puede dejar de amar. Estamos rodeados de personas que llevan toda su vida juntos y que jamás han estado con otra persona. Pero supongo que dejar de amar será cuando dejas de sentir todos esos síntomas. Y con lágrimas en los ojos te digo que quizás yo ya no los sienta por ti.

Solté la pluma sobre la mesa creando un camino de gotas de tinta, y detuve con mis manos las que caían sobre mi rostro. Doblé la hoja, haciéndola cada vez más pequeña, hasta que me cupo en la palma de la mano, y aplastándola, la tiré a la papelera que ya estaba a rebosar de otros textos jamás entregados.

Apoyé la cabeza sobre las palmas que antes habían recogido mis lágrimas, y contemplé el paisaje que ya me sabía de memoria. Desde la ventana frente al escritorio se podía ver el prado repleto de flores silvestres y árboles frondosos: una escena propia de la primavera.

Las letras de DevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora