Impulsos de ira

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La alarma encima de la mesita de noche de Akaashi se hizo escuchar, el canto de las aves por fuera de las ventanas indicaba que era un nuevo día, ambos habían caído dormidos después de aquella erótica noche.

Kenma abrió los ojos, algo sonrojado observó que ambos cuerpos aún seguían desnudos, enseguida corrió al baño, tomando una toalla para cubrir su cuerpo del pecho hasta parte de sus muslos.

— Despierta. - dijo agitándolo. — ¿Dónde quedó tu puntualidad? Debemos tomar un baño antes.

Akaashi con dificultad abrió los ojos, pestañeando intentando enfocar el rostro del rubio teñido, estiró su mano al buró y tomó sus anteojos.

— Hoy faltaré a clases.

Esto fue algo extraño para Kenma, Akaashi jamás faltaría a ni una sola clase de la universidad, fuera el motivo que fuera, jamás lo haría.

— ¿Qué? ¿Por qué? ¿Estás enfermo?

— Sinceramente, no tengo ánimos.

Kenma solo lo miró unos segundos y entró al baño, no dijo nada más, sólo se dispuso a tomar una ducha y a ponerse su uniforme, no desayunó, estaba acostumbrado a desayunar junto a Akaashi porque se lo pedía, por lo que sin este último decidió no hacerlo.

— Me voy.

Kenma se quedó observando desde la puerta a la cama de Akaashi, no entendía porque el pelinegro no estaba de ánimos, pero no tenía las agallas de preguntárselo.

Cerró la puerta, caminó hasta su salón de clases y tomó asiento en su pupitre.

El sentimiento de vacío permanecía en Akaashi, se preguntaba constantemente porque no funcionaba nada de lo que hacía para sacarlo de su mente, ¿Acaso todo estaba siendo en vano?

No solo eso, el sentimiento de saber que estaba usando a Kenma. Sí, probablemente Kenma hacia lo mismo, usaba a Akaashi para no tener a Kuroo en mente, pero de igual forma no se sentía bien consigo mismo, algo estaba haciendo mal y lo sabía.

Kozume Kenma había sido un amor de persona hasta ahora, no podía lastimarlo de esa forma, debía abrir los ojos y ver lo afortunado que era al tenerlo ahí.

Obligar a su corazón a quererlo a él en lugar de al que una vez llegó a lastimarlo era lo único que deseaba y le pedía a su mente, la cual seguía engatusada con aquel búho bicolor.

— ¡Kenma-san, ayer te vi en la plaza! - gritó un chico rubio con piercings acercándose al pupitre del más bajo.

— Este chico es tan ruidoso... - pensó, sin apartar su vista de su nintendo, con una notable expresión de disgusto, pero a su vez con las mejillas algo sonrojadas.

Aquel comentario de Terushima le hizo recordar a Kenma la noche de ayer, en donde después de ir a la plaza con Akaashi ocurrió cierto desenlace.

— Oh vaya, estás sonrojado. — dijo tocando la mejilla del teñido con su mano, la cual Kenma inmediatamente apartó.

Levantó la mirada, mirándolo con ojos de fastidio. — ¿Qué quieres? - pronunció apático.

— Como te decía, te vi en la plaza, tú y Akaashi cargando bolsas de este tamaño. - con ambas manos simuló el tamaño de las bolsas de anoche.

— ¿Qué con eso?

— ¿No crees que Akaashi te consiente mucho? Mmm, como decirlo. - pensativo masajeó su barbilla. — Parece como un sugar daddy comprándote todo lo que pides, a excepción de que él no es viejo. - rió.

Aquel comentario no pareció hacerle gracia a Kenma.

— ¿Qué? Nada de las cosas que me compró las pedí yo, solo fueron obsequios de su parte.

— ¿Así que así es como olvidas a Kuroo no? Con obsequios.

Nuevamente alguien nombraba a Kuroo, un escalofrío recorrió toda su espina dorsal, afortunadamente pudo controlar su impulsividad causada cada que regresaba a su mente, sin embargo, su respiración comenzaba a volverse algo pesada.

— Terushima, lárgate.

— Dios, Akaashi piensa que puede ganar tu amor con cosas materiales, ¿Sabes qué es lo peor? Que le funciona.

Kenma se puso de pie, se apoyó sobre su mesa, su mirada estaba fijada en el suelo, evitando que algún impulso lo descontrolara.

— Cállate y vete de aquí Terushima Yuuji, antes de que lo lamentes.

— ¡Ja! ¿Yo lamentarlo? Apuesto a que te coge como a una perra, para llenar el vacío que Bokuto le dejó, el que debe lamentarlo eres tú.

Con ambas manos Kenma cargó su pupitre, lanzándoselo a Terushima en la cara, cosa que lo hizo caer al suelo.

Todos en el salón se quedaron asombrados por ésta reciente acción, jamás se imaginaron ver a Kenma en una pelea.

Yuuji retiró el pupitre y se lanzó hacia Kenma dándole un golpe en el estómago, inmediatamente Kenma golpeó directo en las costillas, posicionándose encima de él, todos comenzaban a acercarse, incluso personas de otras aulas.

— ¡Él no me utiliza para llenar el vacío de nadie! ¿Te quedó claro? - pronunció exaltado, dándole algunos puñetazos en el rostro.

— Maldito gato, ¡Su asquerosa relación me repugna! - dijo liberándose del agarre, dando unos cuantos golpes en la cara del teñido.

Kenma se abalanzó al rubio, golpeando consecutivamente su rostro.

— ¡Suéltame maldito! - gritaba desesperado.

Kenma seguía golpeándolo, hasta que sintió que alguien lo tomaba por los hombros, alejándolo de Terushima.

Antes de que la pelea pudiera continuar, Konoha y Osamu los detuvieron, obligándolos a separarse.

Ambos tenían el rostro lleno de rasguños, moretones y sangre, todos a su alrededor los observaban quejándose con Konoha y Osamu por detener la pelea.

— ¿Qué mierda ven? ¡Todos a sus salones! - gritó Konoha, intimidando a los demás, quienes se esparcieron.

— Tienen suerte de que no llegara antes un profesor, pudieron expulsarlos. - exclamó Osamu. — Konoha, lleva a Yuuji a su habitación, me encargo de Kenma.

Konoha asintió, retirándose junto a Terushima.

— ¿Encargarte de mí? No soy un niño. Además, tú y tu gemelo también han tenido peleas y no vi que los expulsaran.

— Kozume, mírate, mira a Yuuji, están hechos mierda. Tsumu y yo no nos hemos peleado a muerte, porque bueno, somos hermanos, no nos odiamos, lo de ustedes fue demasiado lejos, y hubiera sido peor si no hubiésemos intervenido.

— Tsk, da igual.

— Menos mal el tonto de Tsumu no estuvo aquí, hubiera exigido que la pelea continuara.

— De cualquier forma no me puedo quejar, los profesores no vieron nada.

— El rumor se esparcirá y lo sabrán, pero el castigo sería menor ya que no lo vieron. - dijo caminando a su lado, llevándolo a su habitación.

— Gracias, supongo.

— No podrás continuar con las clases el día de hoy, pídele a Akaashi que atienda tus heridas, debo ir a clases.

— Hasta pronto.

Cerró la puerta, recargándose sobre ella.

Había cometido una locura, pero más allá de eso, su cabeza comenzó a atormentarlo más de lo que ya hacía el ardor en sus heridas.

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𝐍𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐨 𝐟𝐥𝐨𝐫𝐞𝐜𝐞𝐫.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora