Capítulo 4

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Advertencia: contenido +18 ya saben, sexo, alcohol y drogas (nha no cierto) pero si habrá SEXOOOO... En fin si no les gusta andar leyendo estas cosas, simplemente pasen de largo y vayan a buscar otra cosa que ver. Bueno ahora si, los dejo. Disfruten del capítulo.

Por cierto esta historia como saben esta hecha para: Laluu3797

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La ceremonia había sido increíble. Recorrer todas aquellas calles, con la gente alabando su nombre y pidiendo a los dioses por una larga vida en su nombre; era algo que nunca creyó vivir. Moisés nunca había soñado con ser el rey de todo Egipto, y mucho menos ser esposo de Ramsés, pero ahí estaba siendo todo eso y no se podía quejar; era inmensamente feliz.

Moisés veía a toda aquella gente, su pueblo, pero no se encontraba ahí, sus pensamientos estaban volcados recordando como se había dado todo. Recordaba como había huido de Egipto a causa del asesinato que había cometido, él sabía que de no ser porque Seti lo odiaba, él nunca hubiera sido condenado; al final que más daba la muerte de un oficial, si cientos de oficiales morían a lo largo de los años por ordenes de reyes y príncipes. Pero era de esperarse que a Moisés se le condenara solo por haber nacido hebreo y no ser digno de ser príncipe, pero eso ya no importaba, Seti estaba muerto y nunca más su presencia iba a interferir con su relación con Ramsés. Moisés lo recordaba perfectamente, recordaba como Ramsés lo había enamorado con su torpeza, con su forma de actuar, siendo un niño a pesar de ya ser un joven. Ramsés siempre había sido un rebelde, desafiando cada cosa que su padre le decía; incluso lo había desafiado al iniciar una relación con él. Moisés aceptó tan feliz ser pareja de Ramsés a pesar de que debían de ocultar su relación a el mundo. Moisés por eso mismo nunca se imaginó casado con su querido Ramsés. Pero todo cambió, no es que se alegrara de la muerte del antiguo rey, pero la verdad es que si agradecía que ya no estuviera, de no ser así, Ramsés nunca hubiera ido a buscarlo, nunca le hubiera pedido matrimonio. Ah, que agradable recuerdo, lo recordaba como si fuera ayer: Ramsés llegando con sus soldados, todo sucio por el viaje, pero con una gran sonrisa en su rostro, lo había abrazado, lo había besado y luego se arrodilló ante el; notificando que no había más impedimentos para que fueran felices, que ahora si se lo permitía lo tomaría como su esposo y llegando al palacio anunciaría su compromiso. Todo aquello lo recordaba y una sonrisa se dibujaba en su rostro.

—Mi amor, ¿En que piensas para que sonrías de esa manera? Espero que estés pensando en mi y en lo fantástico que soy.

—El rey, tan engreído como siempre. —Moisés dijo divertido.

—No soy engreído, simplemente se que soy fantástico.

Moisés solo negó con diversión y siguió observando todo el camino, de vez en cuando saludaba, otras veces simplemente se perdía en sus pensamientos.

El tiempo trascurrió, el cortejo llego a su fin y todos los nobles volvieron al palacio para poder alimentarse y descansar. Ambos soberanos se instalaron en sus nuevos aposentos, los aposentos reales, la cual era una habitación grande, con bellas decoraciones y dentro había: una cama grande, equipada con suaves telas y cojines; pequeñas mesas, donde reposaban bandejas repletas de frutas; plantas, como flores coloridas y también habían unos cuantos muebles más que serían destinados a colocar las prendas y joyas de ambos habitantes. Toda la habitación era perfecta y muy iluminada, los colores de los muros eran de un muy bonito color rojizo café, que contrastaba de manera perfecta con los detalles azules y dorados.

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