Reyes de Egipto

Capítulo 8

Moisés deseó por varios días que las revelaciones solo hubieran sido simples pesadillas, lamentablemente los dioses no le concedieron su deseo.

Ramsés había optado por no revelarle la verdad a Nefertari, no quería que aquella humillante verdad fuera esparcida por todo el reino. Así que Moisés tuvo que pasar su dolor al lado de su hermano.

Aarón le aconsejaba, como siempre, ir a hablar con su padre Disebek, pero él no tenía ganas de hacerlo. Su enojo no había pasado, la herida era reciente y no sanaría con facilidad.

Mientras tanto Disebek se esforzó en mejorar. El misterio de su degradación fue revelado unos días después de que fue condenado. El rey lo planeó todo. Fingió un ataque de bandidos que iba dirigido hacia Moisés, en donde otro soldado murió, uno que era entrenado personalmente por Disebek. La deficiencia del soldado fue la supuesta causa de que el general fuera reducido al rango más bajo entre todos los soldados. Ya que según el rey, no fue capaz de entrenar a sus hombres para la seguridad de su rey. El peso de la muerte de uno de sus mejores hombres, cayó en sus hombros, haciéndole sentir más culpable. Y por eso dio todo de si mismo, aceptando los malos tratos de los hombres que antes habían estado bajo su mando.

A pesar de su sufrimiento, no demostró su dolor, no tenía derecho ni de derramar tan siquiera una lágrima, pues él había buscado su propio mal.

En sus entrenamientos como novato, muchas veces se topó con su hijo, pero éste no le dirigió ni siquiera una mirada. Aquel rechazo le dolía como si mil espadas se clavaran en su pecho. Muchas veces se quiso acercar a él, pero fue detenido por los guardias personales de su hijo, los cuales tenían órdenes expresas de no dejar que se acercara, todo como un castigo por su incompetencia. Disebek sentía que su muerte pronto llegaría.

Ramsés, que veía todo de lejos, sonreía con alegría mal disimulada. Él nunca fue una persona que se llevara por el sentimentalismo. Si alguien lo traicionaba, él estaría encantado de impartir sufrimiento al traidor. Disebek podría ser muy padre de su esposo, pero eso nunca le salvaría de su error, y menos porque había hecho llorar a su adorado sol todas las noches. Su antiguo general había arruinado su perfecta paz, y ahora en vez de poder tener una noche de pasión, tenía que pasarlo entre sollozos. No es que Ramsés se quejara, amaba cuidar de su esposo, pero le partía el alma verlo sufrir, él solo quería que esos hermosos ojos reflejaran felicidad, no tristeza.

Y por esas razones, se dedicó a arremeter en contra de Disebek.

—Ya no se que hacer. Crees que deba darle una oportunidad, Aarón dice que sería bueno. —Una noche dijo Moisés, las lágrimas habían parado hace un tiempo, pero sus hinchados ojos lo hacían ver terrible. Ramsés aún así lo veía como el ser más hermoso, y sin poder evitarlo acarició sus mejillas antes de depositar un suave beso su frente

—Mi opinión no es importante, mi vida. Cualquier decisión que tomes estará bien, yo la respaldaré. —Susurró con delicadeza, besando ambas manos de Moisés—. Pero no te guíes por lo que los demás dicen. Aarón es tu hermano, y quiere lo mejor para ti, pero él no comprende tu dolor, no sabe por lo que estás pasando.

Moisés sorbió su nariz, Ramsés lo encontró adorable.

—Pero él pasó algo similar con nuestro padre, yo creo...—Ramsés lo calló con un tierno beso antes de preguntar:

—¿Tu padre hebreo engañó a tu madre?

—No, pero...

—Entonces él no sabe de lo que está hablando. —Moisés quería protestar, pero Ramsés no lo dejó—. Disebek tuvo muchas oportunidades para redimirse, pero nunca las quiso aprovechar. No quiero que pienses que estoy en contra de él, al contrario me gustaría mucho que toda ésta situación no existiera. Pero, tengo que ser sincero y preguntarte; ¿Crees que después de todas las oportunidades que desperdició, vaya a tomar enserio la oportunidad que le piensas dar?