PRÓLOGO

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Mark aún recordaba el aroma que desprendía ese enorme limonero donde solía resguardarse de los candentes rayos de sol gracias a la sombra que este le brindaba. El limonero era tan grande que podía verlo desde la ventana de la habitación improvisada que habían dispuesto sus abuelos para los meses de verano que pasaría allí. Parecía un coloso, un titan que ignoraba a los humanos de su alrededor.

Los ojos se le aguaban al mirar los limones desparramados a su alrededor, las ramas plagadas de hormigas, la pena con la que se zarandeaba aquel precioso limonero abandonado a la mano de Dios.

"Tu abuelo quiso cuidarlo toda su vida, pero estos últimos meses apenas pudo ponerse en pie. Ahora ya nadie cuidará de él jamás." Había musitado su abuela al verle observar desde la ventana, como tantos años atrás, la belleza de aquel árbol. Ella sabía, mejor que nadie, que su nieto buscaba algo más entre las frutas amarillas que colgaban de sus ramas.

Mark aún podía notar el sabor del estío de sus diecisiete años en la punta de la lengua; agradable pero amargo. Como el limón que crecía allí. Agradable pero amargo; como su primer beso bajo el resguardo de ese limonero.

Agradablemente amargo, como Lee Donghyuck y su rostro angelical.

Donghyuck siempre fue su mejor amigo. Incluso si pasaban medio año sin verse hasta los dorados meses de verano, seguía siendo su único y mejor amigo. Su abuelo decía que aquel pequeño le traería problemas. Tal vez no se equivocaba... pero Mark amaba estar con Donghyuck. Donghyuck — o Haechan, como se había empeñado en apodarse — tenía toda esa braveza de la que él no disponía. Le hacía sentir seguro y libre, capaz de cualquier cosa.

Le encantaba estar con él; perderse por ese pueblo diminuto, bailar las canciones de Michael Jackson, dormir juntos, jugar a ahogarse mutuamente en la piscina. Le encantaba la cara de molesto de Haechan cuando conseguía vencerle en el Mario Bros 64, también amaba la forma en la que escondía el rostro en el hueco de su cuello mientras veían la nueva película de Chucky. Porque solo a Donghyuck podía darle miedo esa película tonta.

Siguió estático mirando a través de la ventana, mientras en la habitación aún se escuchaban llantos ajenos que se apenaban por la muerte de su abuelo. En su mente, en cambio, no existía pena. Solo el furtivo recuerdo de dos niños de apenas nueve años conociéndose bajo la sombra de ese enorme árbol.

lemon taste  ✰𝗺𝗮𝗿𝗸𝗵𝘆𝘂𝗰𝗸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora