I Episodio

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-Y recorreré mil hectáreas gritando el nombre del nazareno con el escaso sonido que palpa mi garganta, hasta ser escuchado por el señor de los señores y rey de reyes, llevare así la misericordia, hasta el fin de los siglos. –Pronuncio un Azazel  entre cadenas de espinas que enconaban su piel-

-El señor te ha condenado, lo haz traicionado como ángel de su tripulación, hemos corrompido a sus hijos, merecemos el quebrantamiento del hades enterrándonos en el espació profundo del universo, merecemos este suplicio.

-Satan el rey del mal, nos engaño. Pero el solo disfruta de su travesía entre el mundo y la muerte.

-se atormenta así mismo, vive en desgracia más que nosotros, posee de un escaso poder, de la magnificencia del Señor, desearía no llevarlo consigo.

. . .

Entre pasos sordos se escuchaba su respiración profunda, un sonido agudo y sufrido de largos lamentaciones de su pensamientos retumbaban el palacio, la estructura se admiraba con largos y amplios muros de cristales Blancos que provenían a su vez sub-tonalidades tibias que emanaban de largas columnas de fuego que sostenían un limpio y fino techumbre hecho de luz blanca tenue.

Este efecto provocaba que el palacio fuera totalmente brillante, su luz blanca otorcaba una esencia de paz, un olor provenía de largos candeleros a la par de cada pared; proporcionaban a un incienso aroma a mirra. largos sedimentos eran tan blancos que su fina capa reflejaba como un espejo, las escaleras que daban a la cabina del Rey llevaban en si decorados en puntas finas capas de oro que formaban diseños ojivales.

Cada paso dado por el ser era tan oscuro que el suelo puro oscurecía, mayor era su lejanía que volvía a renovar su color.

Las compuertas del templo eran tan altas que no se pronunciaba sus mismas sombras, sin embargo el diseño gótico hecho de oro y plata eran de llamar mucho su atención, al levantar sus frías y pálidas manos para tratar de abrir las puertas dio cuenta que no tuvo la necesidad de empujar, estas simplemente lo hicieron por si solas.

Mientras estas se abrían con lentitud, tomo la impresión cuando frente a él se encontraba una habitación muy amplia, sus muros eran tan transparentes que no se podía reconocer si estaban allí o no, lo suelos parecían frágiles pero eran tan fuertes como el acero, todo estaba hecho de pequeños detalles con oro, en el medio de la sala se encontraba un reloj de agujas, esta se hallaba casi transparente, plasmada en el suelo de la habitacion.

tomaba las intenciones de ver que era a lo que especificaba su hora, sin embargo sus ojos le impedían verlo, se volvía borroso cada vez que lo hacía, si se esforzaba en verlo mayor seria su dolencia.

Al final de la habitación se hallaba un hombre, con mirada fija a un mundo, la vida de muchos pasaban por sus ojos, con túnica tan blanca el cual no permitía que la vista lo apreciara por mucho; larga hasta sus pies, cabellos semilargos color azabache, con piel tan pálida como pétalos de margarita a su vez tan suave a la vista de cualquiera, mirada profunda; cargaban un color blanco con reflejos grises, las pupilas de sus ojos eran tan rojos como el fuego, su expresión tan seria y firme.

Con voz temblorosa y mirada agachas pronuncio su contrario.

- te convertiste en carne, para verme.

Enseguida Dios tomo la palabra con firmeza y severidad.

- Por el mal que hayas Hecho, sigues siendo henchidura de mi.

- ¿Por qué me dejas entrar a tu palacio? –Pregunto con molestia-

- has tenido la intención de venir a buscarme. -a su vez se escuchaba sonriente-  asimismo quería advertirte reiteradamente por lo que estarás a punto de cometer.

The Reigh - short story / en cursoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora