Chapter One

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Aquel juego llamado fornite era lo único que se veía en la pantalla. Desde un avatar brincando de un lado a otro para correr hacia un lugar seguro sin que se le pegara alguna bala o algo que dañara más su cuerpo, hasta otro avatar disparando desde lo lejos. Así es, es que está huyendo para tratar de esconderse; y lo logra. Está escondido, como una rata. Una rata sucia e inmunda.

No hacía falta decir que el que corría por su vida era aquel chico de ojos esmeraldas y cabellos verdosos, quien ahora mismo estaba en desesperación presionando al azar los botones de su control. Una gota de sudor bajaba por su frente, que se deslizaba cuando otra gotita más se hacía presente. Mordía fuertemente su labio inferior sintiendo nervios. Y es que aquel jugador le estaba quitando mucha más vida de lo que por si, una escopeta quitaba.

No tenía nada para protegerse, no. ¿Y como lo tendría? Hace unos segundos estaba lanzándose a tiros con otro jugador. Este le dio lucha, pero no tanto como para que gastara más de un treinta y seis por ciento de vida. Pues Izuku sabía jugar. Sabía como correr y salvarse la vida. Sabía como batallar, sabía como huir igual a un cobarde, sabía –por su radar personalizado– quien estaba cerca. Pero al parecer hoy no es de esos o días en que se queda, y da batalla. Es uno de esos que huye como un estúpido cobarde.

Pero tenía su razones, ¿no? Él no sabe en donde está el otro jugador. No quiere arriesgarse a que lo maten, por lo que por ahora solo correría. Pero se da cuenta que eso no funciona cuando ve el cuerpo de su avatar caer, y al mismo tiempo presenta la pantalla del otro jugador.

El maldito siempre estuvo a su lado. Encima del árbol.

Se muerde el labio mientras traga duro. Esta situación lo tiene muy nervioso. Hace unas semanas se había mudado de su cuidad; por lo que tuvo que abandonar a sus mejores amigos de la infancia para venir a otro lugar desconocido, donde, seguramente, solo sería un rechazado social.

No sabe de donde su madre saca tanta confianza al decirle que esto será pan comido porque al ser alguien amable y respetuoso, sería fácil encontrar amigos.

Suspira tembloroso mientras deja el control encima de aquella pc. Esto no le daba buena espina para nada. Izuku casi siempre era alguien quien mantenía la calma en los problemas; era el chico que todos necesitaban cuando estaban metidos en líos, el que siempre buscaba resolver los problemas sin llegar a la violencia. Siempre trataba de ayudar a los demás sin importar su historial, físico, color de piel o discapacidad.

Midoriya Izuku siempre estaba para ayudar a todos sin ningún reproche de por medio. Pero en esos diálogos habían dos cosas; y era que en estos momentos lo único que no tenía era calma y paciencia. Y segundo, aún más importante...¿quién le ayuda a él, cuando necesitaba ayuda?

Una alarma sonó. Su rostro se desfiguró por completo.

—¡La escuela!—soltó un grito para nada masculino mientras de paraba de su silla gamer con una expresión de terror plantada en su rostro.

Habían personas muy random's en la vida. Y una de ellas es aquel chico de diecisiete años de edad, cabellos de color entre verdoso y negro –más del primero que del segundo–, rostro fino y con algunas pecas adornando sus mejillas, unos bonitos ojos de un color verde esmeralda acompañados con un bonito brillo en ellos. Media 1.81cm de alto, y su cuerpo algo trabajado debido al deporte que siempre practicaba cuando no estaba pegado en su computadora.

Aquel peliverde se había levantado a las cinco de la mañana para poder jugar su juego favorito antes de ir a su nueva escuela. Fue una sugerencia de su propio ser para probar su suerte. Jugaría algunas partidas. Y si las ganaba, tendría todo lo que su mamá le había dicho que tendría al llegar aquí.

Atracción | DekuKatsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora