EL COMIENZO

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Lunes, 26 de Febrero.

-¡Maeko a desayunar! -7:15-

-¡Maeko! ¡Ven ya! -7:30-

-¡Maeko, cuantas veces tengo que decirte que te levantes! - Grita desconsoladamente su madre entrando en su habitación. -

Mama, cinco minutos mas por favor. - le suplica su hija. -

Ni cinco minutos ni medio, levantate ya que hoy tienes clase y no vas a llegar tarde, al menos hoy no. Ah, y antes de irte procura recoger tu cuarto, haz las camas, limpia el polvo y (bla, bla, bla)

Siempre igual, estoy harta de la misma rutina diaria todos los dias, que si esto, que si lo otro, todo a mi alrededor se basa en seguir obligaciones, ¿cuando tendre tiempo para mi? -Pensaba Maeko mientras planchaba su pelo. -

Hizo sus tareas corriendo, se arreglo y desayuno como pudo, y se fue dandole un beso a su madre para despedirse de ella.

-Adios mama.

-Adios Cielo. -Dijo despedidiendose su madre de ella.-

Maeko andaba soñolienta de camino al instituto, en el oscuro amanecer.
Las farolas estaban apagadas y no se veia un rayo de sol en la urbanización e incluso la luna aun era visible.

Vivían en un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad.
Por eso Maeko todos los días tenía que recorrer una larga travesía en autobus para poder ir al instituto.

Muchas veces incluso llegaba a quedarse dormida en el autobus de lo cansada que iba, ya que se tenía que levantar una hora antes que sus demás compañeros si quería llegar temprano al instituto.

Por este problema ella siempre se retrasaba un poco en las clases y tenia que soportar las típicas regañinas de los maestros.

¡Oh no, he vuelto a qudarme dormida en el autobus! Y me he saltado una parada a la que me corresponde - Pensaba Maeko preocupada mientras se levantaba con su maleta dispuesta a darle al botón de parada del autobus.

Maeko salio corriendo del autobus, con los ojos llenos de legañas y arrastrando los pies por el mismo sueño que llevaba.

Por fin cuando ya había llegado a clase.

*Toc, toc* se escucho llamar desde fuera de su aula.

¿Se puede? -Se escuchaba a Maeko decir desde fuera.

Al no escuchar respuesta abrió la puerta.

Maeko ... - El profesor se dirigió hacia ella mirandola de arriba a abajo.-

Su profesor era un señor muy alto y flacucho, rondaría al metro noventa, seguro. Era un poco mayor, y siempre miraba a sus alumnos de arriba abajo con mala cara sin dirigirles el saludo.

El entraba a las clases, y no daba ni los buenos dias. Era un señor sin modales.

Si, profesor ... si, sientese al final de la clase, tienes una falta negativa y ya vere que castigo te pongo hoy (me lo se de memoria.) -Le contestó Maeko con un tono pasivo, monótono y cansado.-

Veo que te lo sabes muy bien. Ya podrías aprender modales. Sientese.

Tu vas a venir a mi ha hablarme de modales ... - Susurro Maeko mientras iba a su sitio.-

Perdona señorita ¿Ha dicho algo? -Le dijo acercando su cara muy cerca de la suya con una expresión de asco.-

No, nada.

Muy bien, eso creia. -Se despidió con una falsa sonrisa y se volvió a su mesa del profesor.

¡Vamos chicos! Hacedme la página 135 y 136 enteras.

¿¡Las dos!? - Grito toda la clase al unisono.

Pe-Perdone maestro -Salto Mat.-

-Mat era el chico mas listo de la clase, era muy tímido asi que casi nunca hablaba. Y la clase se quedó muy impresionada y pendiente de el cuando lo vieron levantar la mano para hablar.-

No, no creo que sea necesario.
Llevamos meses dando este tema, lo sabemos de sobra. Además cada página que has mandado tiene 25 ejercicios cada una.

Oh Mat eres muy atento, gracias por la aclaración evidente. - Le contestó este con un tono irónico.

¿Di-disculpe?

Solo digo que hoy te veo muy hablador, ¿Quieres hacerle compañia a Maeko?

Em ... no -Dijo este bajando la mano y la cabeza a la vez.-

Bien, ¡pues a trabajar, manada de gandules! - Grito dando un golpe con el borrador en la mesa.-

Al volver del instituto con la mochila llena de trabajos y aun mas cansada que cuando vino por el castigo que le había mandado el profesor, limpiar los servicios de la tercera planta de alumnos y profesores.

En lo único que pensaba Maeko para animarse es que ya iba a volver a casa y ponerse a leer hasta quedarse dormida.

Al llegar a su casa como de costumbre ella llamo a la puerta. Pero se sorprendio al ver que un hombre con una delgada musculatura, grandes ojos claros y una melena larga color azabache abrió su puerta.

Ella asustada saludo a aquel hombre y le preguntó que que pasaba.

El hombre con un rostro sereno le hizo una seña para que entrara. Una vez dentro los dos se incorporaron en la salita, se sentaron y se reinó en la habitación el silencio. Hasta que el silencio se rompió y Maeko se animó ha hablar.

Perdone, ¿Quién es usted? ¿Dónde esta mi madre? -Pregunto ella al señor desconocido desconcertada.-

Lamento decirle que su madre ha muerto. -Dijo muy serio el hombre.-

MI NUBE, MI BELLEZA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora