Una tez blanca y suave, unas manos delgadas y grandes, ojos gatunos y cabello negro, era perfecto. Pero era totalmente diferente a la persona con la cual se había enamorado primero, su primer amor. Una chica delgada con pelo largo y lacio, unos ojos grandes y labios rojizos. Ella era su primer amor, al menos él así lo pensaba, nunca supo si ese latir de corazón y miradas que él le daba, eran de amor o envidia. Lo pensó mucho, quería ser como ella o la quería a ella, y después de ir a su casa y encerrarse en su cuarto decidió que él la quería. Desde entonces la mencionaba como su primer amor y contaba una trágica historia de cómo no pudo enamorar a una hermosa chica. Eso cambió al tiempo, cuando lo conoció a él, se imaginaba en sus brazos, en otras ocasiones como él. De nuevo su corazón latía y su mirada no podía dejar de seguirlo, se preguntó lo mismo que antes, lo quería o simplemente quería ser como él. Lo supo después de llegar a su casa y mirar ese cuarto con llave y el cuerpo de aquella chica adentro, que hacía latir su corazón antes, no quería aquel chico y no quería ser como él. Simplemente quería su cuerpo, sin respiración, sin latidos y sin movimiento, lo quería muerto.