ένα

22 2 0
                                    

Renée había planeado pasarse todo el fin de semana bajando los objetos que se encontraban en la casa que acababa de comprar en Chartres. El señor que se la había vendido le dijo que por su mujer se le hizo imposible tirar las pertenencias de los otros dueños y que decidió guardarlo todo en la buhardilla mientras vivieron ahí, dejándole la libertad de quedarse o deshacerse de ello. En ese momento ella lo vio como una oportunidad, necesitaba muebles y a lo mejor también encontraba algo bonito para ir decorando la casa, pero lo que no esperaba era encontrarse con un desván repleto de cajas y baúles, con sus colores apenas visibles por la cantidad de polvo que acumulaban, y muebles superpuestos unos encima de otros cubiertos por sábanas blancas.

Pensó que tal vez había sido mala idea empezar ella sola a organizarlo todo y no haber esperado a su marido que se había ido a Normandía a resolver unos problemas de la herencia que acababan de recibir y con la que habían comprado su nuevo hogar. Probablemente cuando volviera y viese todo lo que había movido se enfadaría como siempre hace cada vez que decide hacer algo por su cuenta.

Recogió el pelo hacia atrás con uno de sus pañuelos y se dispuso a abrir todas las ventanas que hubiera para ventilar la habitación y empezar a quitar el polvo. Después de estar un rato limpiando quiso admirar el estado del cuarto ahora pero al retroceder acabó cayendo ella junto unas cajas y una de las sábanas que por inercia agarró para evitar hacerse daño.

"Ugh... Menudo golpe." dijo recomponiéndose en su sitio y buscando aquello con lo que tropezó. Era un gran baúl que se encontraba tumbado por la caída.

Se levantó y fue a ponerlo de pie cuando descubrió que estaba lleno, no pesaba mucho pero podía escuchar cosas dentro de él. Las ganas de abrirlo y comprobar todo lo que contenía crecieron en su interior pero una cerradura dorada gastada le desilusionó porque sabía que las posibilidades de encontrar la llave eran muy pocas.

Apartó el baúl hacia uno de los lados que había terminado de limpiar e inspeccionar para continuar con la desastrosa buhardilla y, tal vez con un poco de suerte, hallar la llave. Aunque lo de dentro a lo mejor no le sirviera para nada y terminara tirándolo, el baúl era bastante bueno y podría serle de utilidad para guardar sus prendas y las de su marido en él sin el riesgo de que se estropease.

El día fue pasando y cuando el sol se estaba poniendo Renée ya tenía todo lo que no le servía agrupado en una de las esquinas, lo que quería quedarse en otra y aquellas cosas que aún necesitaba debatirse si lo quería o no al fondo de la habitación. Como era de esperarse no había rastro de ninguna llave entre todos los objetos así que no le quedaba otra que hablar con su marido para que él fuera al cerrajero a preguntar si podía crear la llave. Era eso o abrirlo a la fuerza.

Bajó de la buhardilla y fue hacia su habitación para cambiarse a su ropa de cama. La casa se encontraba fríamente vacía y siniestra. Era su primera noche en ella y la pasaría sola, o por lo menos eso era lo que pensaba hasta que escuchó un golpe seco que procedía de arriba.

El susto la congeló en el sitio y discutió con su propia cabeza de subir a ver qué era lo que había pasado. ¿Ella había dejado una de las ventanas mal cerradas y por el viento algo caería? Era la opción más lógica además de la que alguien había invadido su casa.

Fueron los últimos rayos de sol los que le acompañaron escaleras arriba, las mismas que había bajado hace apenas 10 minutos. Estaba cara a cara con la puerta cuando otro golpe provino de detrás de esta. No quiso pensarlo, sabía que si lo hacía no entraría en la habitación y podía estar corriendo peligro si alguien se encontraba dentro de ella, y la abrió rápidamente encontrándose con todo lo que había dejado en su sitio. Fue entonces cuando lo vio, la ventana estaba abierta y el viento que se levantaba con poco frecuencia la movía hasta chocar con la pared.

µεράκι {taekook}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora