Muy asustado para besarte... pero lo hice de todos modos.

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— ¿Sirius, acaso me estás ignorando?

— ¿Qué? Para nada.¿De dónde sacas eso?

— ¿Es por lo del beso?

— ¡Sh! No seas tan ruidoso.

Los finos labios de Remus se fruncieron con disgusto, tratando de no sacar el veneno que llevaban dentro.

— Cómo quieras. Si no me vuelves a hablar es tu problema, Sirius Orión Black tercero.

— ¡Sabes que mi segundo nombre no es Orión! ¡Imbécil!

— ¡¡Imbécil tú!!

°*°*°*°*°*°

— Hola, Moony. — Saludó Sirius con una sonrisa culpable

Los ojos del otro se mantuvieron firmemente sobre el libro que recorrían segundos antes. El rebelde Gryffindor, conocedor de las actitudes enfadadas de su mejor amigo, no se rindió ante la indiferencia. Se sentó a su lado y trató de llamar su atención jugando con un hilillo suelto del suéter color crema que llevaba ese día.

— ¿Necesitas algo, Black?

— No seas así, por favor. Lo siento, ¿está bien?

— No, no lo está.

Remus empujó sus lentes de lectura con el índice, acomodándolas en su lugar; el libro caía suavemente sobre la mesa a su vez.

— Me besaste y luego te enojaste cuando lo mencioné.

Sirius sonrió con despreocupación.

— Estaba ebrio... mucho. ¿Quieres una disculpa? Lo acepto. Lamento haberte besado aquella noche, y gracias por no mandarme al carajo.

"No así, idiota. Suena horrible. Como si te arrepintieras. ¿Te arrepientes? ¿Debería preguntártelo?"

— Oh, es inútil estar enojado contigo, Sirius. Eres un loco de remate, pero eres mi loco de remate.

Sirius sonrió y palmeó animadamente el hombro de su compañero.

— Sabía que lo entenderías, Moony. Nos vemos.

Una vez solo, el Gryffindor suspiró y se acostó sobre sus manos en el escritorio. ¿Por qué era tan necio? Tenía que aceptar que enamorarse de su mejor amigo había sido un error. Era ahora su deber superar aquel irracional encaprichamiento... pero cuando lo había besado... sus labios...

Ya no importaba. Volvió a su libro con mucho esfuerzo y el resto de la tarde lo dedicó a perfeccionar sus traducciones de runas. Cuando estuvo seguro de que nada se le había escapado, procedió a guardar sus pergaminos, la pluma y la tinta en su bolso.

Caminó hacia las estanterías, equilibrando los libros a la perfección y los devolvió justo al lugar del que los había tomado. Inhaló profundamente el olor al que ya estaba acostumbrado. Pergamino viejo, vainilla, cuero, lignina y el peculiar olor a azúcar quemado que producían los hechizos.

Se dio media vuelta y, atrapado en sus pensamientos, emprendió su camino al jardín. Salir al exterior y sentir el viento rozar su piel siempre era bueno, pero el nombre de Sirius atrapado como una cruel enredadera infinita en su mente, no lo dejaba disfrutar completamente de la sensación de libertad que se sentía en los terrenos de Hogwarts.

Encontrar a sus amigos no fue difícil. Estaban bajo el mismo arce, que en un otoño como ese deslumbraba los colores más vividos del jardín. Se acercó, pero se detuvo a unos pocos pasos. Cerró los ojos, buscando por su paciencia interior. ¿Por qué razón estaba esa desconocida con sus amigos? ¿Ni siquiera entonces podría tener un poco de tranquilidad? Entendía lo de Lily, pero ¿era realmente necesario que Sirius llevara a su chica de turno?

Muy asustado para besarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora