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– Su mirada es tan intensa y penetrante. Siento como si la conociera de antes. Sus ojos me atraviesan y no sé qué pensar. ¿Estará mirando hacia acá? No hay nadie cerca mío, pero se acerca de todos modos. Su sonrisa es pequeña y me da valor..... – Cuando era pequeño siempre hacía travesuras, aunque claro, que niño no las hace. Y cada vez que era descubierto en pleno acto, lograba engañar a quien fuera usando solo un poco de mi esfuerzo. Nunca había pensado en eso hasta ese momento. Las expresiones salían fáciles de mi rostro y el tono de voz era exactamente el que yo quería para cada oración. Siempre pensé que era algo natural, que cualquiera podía hacerlo.

– Alto. – Detuve mi monólogo y observé al hombre sentado en el medio. Su mirada ya no era amable y ahora tenía una arruga en su entre ceja. La mujer lo miró con intensión y luego me sonrió amable.

– ¿Podrías realizar la escena diez? – Abrí el arrugado guión que se encontraba en mi mano y busqué la escena diez. La leí rápidamente y los mire incrédulo.

– Mmmm claro, pero la escena diez se realiza entre dos. – La mujer hizo una seña con la cabeza y el hombre sentado junto a ella llamó la atención del más joven tocándole el hombro. Este respondió con un simple "¿Mm?" Y su mirada se dirigió hacia mí. Sus ojos eran de un verde intenso y un escalofrío recorrió mi espalda. Tenía una expresión de desdén y se levantó de su silla sin ánimo.

– ¿Qué escena? – Su voz era igual que su mirada, agregándole un toque de aburrimiento extremo. La curiosidad me invadió por unos segundos y lo observé con más atención. Era bastante bien parecido, demasiado para mi gusto. Pero su actitud dejaba mucho que desear. No es como si me hubiera caído mal, pero las vibraciones que me enviaba eran de desprecio infinito.

– La diez. – El joven se giró hacia a mí y me miró desde arriba.

– Espero te hayas aprendido las líneas – Dijo con monotonía. Encogí los hombros con mucha ligereza y el rodó los ojos. La verdad era que no tenía ni idea de que trataba la escena diez y mis manos comenzaron a sudar del nerviosismo causado por eso. Improvisar se me daba bien, pero no cuando un hombre te empuja hasta dar con pared y te acorrala invadiendo tu espacio personal.

– Más te vale saber improvisar – Fue lo último que me dijo antes de que yo cayera en mi propio mar de mentiras artísticas.

El actor y el aprendizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora