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– Sólo admite que quieres que te coja y nos evitaremos estas escenas – Su rodilla estaba en medio de mis piernas y sus brazos estirados contra la pared me aprisionaban sin dejarme ninguna escapatoria. Su mirada era intensa pero vacía y por unos segundos mi mente se bloqueó. ¿Qué era lo que tenía que hacer? Lo único que quería en ese momento era empujarlo para que se alejara de mí, pero podía sentir las miradas de las otras dos personas que se encontraban en la habitación, analizando cualquier movimiento que hacía. Así que hice lo único que podía hacer en ese momento.

– Aléjate. Déjame en paz. – Él sonrió de lado y levantó más su pierna. Se acercó a mi rostro y me mostró los dientes de una manera salvaje.

– Deseas que te toque como la puta que eres – Sus palabras, de alguna extraña manera, me atravesaron y la emoción creció en mí. Una picazón atacó mi piel y mi nuca se erizo casi al instante. No pude si no sentir ganas de golpearlo en cuanto se acercó a mi cuello y comenzó a besarlo.

– No... Suéltame... – Mi voz sonó como un susurro desesperado y comencé a jadear, sosteniéndome de el para no caer.

– Vamos, apártame si es eso lo que realmente deseas. – Hice un intento vago de apartarlo, de dejar de sentir esa asfixia causada por su cercanía.

– No....- Susurre de nuevo, entre cerrando los ojos y rogué para que mi disgusto no se viera tan notable.

– Alto. – Como si se tratara de un repelente, la voz de la mujer hizo que aquel chico de ojos verdes y vacíos se separara de mí al instante. Respiré agitadamente y traté de recuperar la compostura, pero su calor aún seguía sintiéndose encima de mi piel y sus labios aun besaban mi cuello.


El actor y el aprendizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora