Aquel jardín era un pequeño tesoro cálido, escarpado en su extensión pero delicado en aquellas esquinas, huecos y secretos que se escondían de la vista del visitante despistado. Para Marinette y Adrien fue fácil descubrir las palmeras, los árboles cítricos y las amapolas. Diferenciar las plantas aromáticas fue un poco más complicado, más que nada porque algunas no las habían visto en la vida y no supieron diferenciarlas, y no todas las plantas estaban etiquetadas.
—Espero que Nino y Alya tengan más suerte —se quejó Marinette, entumecida de llevar tanto rato encorvada, estudiando la planta.
Le dolían las piernas de estar inclinada frente a la salvia, cuya ficha habían hecho confundiéndola con la lavanda y, cuando más adelante se encontraron con que la lavanda sí estaba correctamente etiquetada y, efectivamente, olía a lavanda, tuvieron que desandar todo el camino y rehacer la tarea de nuevo.
—Puede que Nino se queje, pero será el primero de los dos que se ponga cursi con todas esas flores alrededor —bromeó Adrien, sonsacándole una risita a Marinette.
Marinette se irguió, sintiendo un tenso tirón en la cadera y contuvo a duras penas las ganas de estirarse como un gato soñoliento. En su cabeza resonaron las bromas que cierto gato malcriado le diría si la viera así. Volvieron al camino, más centrados en regresar al donde lo habían dejado y recuperar el tiempo perdido que en admirar el paisaje. Pero algo los detuvo. Marinette se quedó fascinada con un mirto que encontraron a un lado del sendero. No estaba en la lista, pero aún así se acuclilló para poder olerlo.
—¿Qué es? —preguntó Adrien, arrodillándose a su lado—. Huele a limón.
—Es mirto —respondió Marinette, tomando una de las ramas con cuidado y acercándosela a la nariz—. Es una planta que se usa mucho en los perfumes, pero también en la cocina y en el arte.
—Me suena el olor —reconoció Adrien, le recordaba a un perfume que usaba mucho Nathalie, aunque nunca le había preguntado por él—. Pero no de verlo.
—Es una pena que no sea su estación, tiene unas flores preciosas en verano, muy blancas y delicadas, con tantos estambres que parece que la flor ha explotado tan fuerte como su olor. Quizás así te sería más familiar. Aunque puede que también lo hayas visto en las famosas coronas de mirto griegas.
—¿Pero las coronas no eran de laurel?
—Las de los guerreros, pero las que estaban relacionadas con Afrodita y el amor eran de mirto.
Adrien la observó con interés.
—No sabía que te interesaba la historia griega.
—Fue un aprendizaje forzado —le explicó Marinette, soltando una carcajada sutil y poniéndose de pie. Le tendió una mano a Adrien para ayudarle a levantarse.
—Gracias —dijo él, tomando su mano más por el contacto que por usarla de impulso para ponerse en pie—. ¿Y cómo fue eso de aprendizaje forzado? ¿Alguna profesora de historia muy intensa?
—Profesor en realidad —contestó Marinette, volviendo a caminar cuando Adrien ya estuvo erguido—. Mi padre.
Adrien frunció el ceño en una mueca tan inesperada que Marinette soltó una risotada. A la Marinette de otro tiempo le habría extrañado verse tan ligera y tan risueña al lado de Adrien, pero así se sentía en ese momento. La compañía que antes le había puesto tan nerviosa y tensa, ahora la relajaba y afloraba una parte de ella que pocos conocían.
—¿Qué? ¿No te lo esperabas?
—Pues... —murmuró Adrien, con temor a decir algo que provocara un malentendido. Suspiró—. La verdad es que no.
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Ever After
FanfictionTal vez las cosas estaban cambiando, tal vez el destino no es tan fuerte como presume que es. Pero las cosas que Marinette y Adrien sentían el uno por el otro parecían indestructibles. Para todos menos para ellos mismos.