Prólogo

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Había una vez en el frió y lejano reino de Bell, un joven rey, con un carácter igual de helado que el de las tierras que gobernaba.

Poco importaba la bella apariencia del monarca, porque con un espeso cabello negro e iris de un azul glacial, se abría paso por todo su reino, dejando en claro quien mandaba.

O al menos así fue, hasta que cierta noche, cuando una tormentosa nevada cubrió todo el reino, este desapareció.

Los primeros años de su misteriosa desaparición, todo el reino lo busco, porque a pesar de su carácter el rey gobernaba con justicia.

Eventualmente con el paso del tiempo, dejaron de buscarlo y el único recuerdo que quedo de aquel joven y distante monarca, fueron los poemas de los trovadores y las canciones de los juglares; que entre lágrimas y risas narraban la curiosa historia del triste "Rey del Hielo", aquel que amaba tanto el frío que decidió desaparecer entre la nieve.

Muchos años pasaron antes de que un hechicero que estaba de pasada por el reino, escuchara en la posada en la que se estaba quedando a un bardo cantar sobre el Rey del Hielo, y a pesar de que estaba muy ocupado coqueteando con las mujeres del lugar, aun así, presto atención a lo cantado por el bardo.

Y un día, cuando seguía su camino por el bosque mas peligroso de las heladas tierras de Bell, encontró custodiando la entrada a una cueva un curioso de nieve.

Sintió un leve flujo de magia emanar del cuerpo de aquella cosa y curioso se acercó a examinar al peculiar hombre de hielo; este tenía los brazos y piernas hechos con pedazos de madera muy bien tallados, un cuerpo y cabeza hecho en su totalidad de hielo. Vestido con un pantalón sencillo y túnica, adornado por un hermoso collar de azul intenso, que estaba oculto bajo la túnica.

Un poco codicioso tomo el collar del muñeco de nieve y justo cuando iba a continuar su camino; un fuerte viento lo empezó a rodear.

Se protegió con su magia y noto como una pesada nieve comenzaba a caer, a la par que el hombre de nieve que solo unos momentos había estado inmóvil se empezaba a mover en su dirección.

Con cada paso que daba la extraña creatura, más fuerte se volvía el viento y la nieve. No queriendo seguir gastando su mana, uso un hechizo de rayo y rompió el collar, creyendo que con eso el hombre de hielo se detendría.

Efectivamente el viento y la nieve se detuvieron, no obstante, el monstruo de nieve se empezó a retroceder.

Observo atentamente con su iris obsidiana, como el hombre de nieve que tenía en frente, se empezaba a transformar en un semihombre de nieve; a excepción de su rostro que adquirió la apariencia de un apuesto joven, la mitad derecha de su cuerpo se transformó en brazos y piernas normales, sin embargo, la parte izquierda de este permaneció de madera y hielo.

El semihombre de hielo abrió sus ojos y el hechicero quedo paralizado al ver los glaciales iris de este, nunca había visto unos ojos así y a su memoria llego el recuerdo de la canción del bardo; específicamente un estribillo que hablaba sobre un iris de un azul glacial, reconociéndolo rápidamente como el Rey del Hielo perdido.

—¡Eres el Rey del Hielo de las canciones!—exclamo emocionado el hechicero.

—¿Canciones?—soltó confundido el ex-rey, intentando recordar lo que le había pasado.

—Eres casi una leyenda, llevas 100 años desaparecido, a los bardos les encanta cantar sobre ti—menciono un poco divertido el de ojos obsidiana.

—Maldito Madara—bramo el ex-rey a la par que su mirada se volvía más fría.

—¿Madara, el hechicero Madara?—cuestiono el hechicero sorprendido.

El rey del Hielo || CharaMenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora