━ capítulo nueve

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─ ¿Estás bien? ─ Preguntó y su voz se llenó de dulzura.

─ Perfectamente. ─ Musité atontado

Me sonrió, y aquella sonrisa hizo que miles de burbujas se inflaran en mi estómago.

Miré hacía arriba, sintiéndome más seguro que hace unos segundos y me encontré con el cielo grisáceo. Luego miré hacía mis lados, los ladrillos se elevaban formando un edificio barroco y arcaico de color beige. Oía el murmullo de las personas delante de nosotros, un murmullo ininteligible para mí, su idioma era diferente al mío; mientras que el gondolero pasaba el remo por el agua y hacia mover la góndola provocando que la brisa me acariciara el rostro.

─ ¿Sabes porqué se llama el Puente de los Suspiros? ─ Preguntó Minho, interrumpiendo mi análisis del paisaje.

─ ¿Por qué?

─ Bueno, este puente une al Palacio del Duque con la antigua prisión de Inquisición. Da acceso a los calabozos del palacio y los prisioneros veían desde aquí el cielo y mar por última vez, y suspiraban.

─ Nada romántico. ─ Me reí.

─ No, pero la gente le ha dado tanta fama que el nombre les sirvió a unos poetas para inspirarse en ese género literario.

Me reí, encantado por su brillante explicación.

─ ¿Por qué te ríes? ─ Preguntó divertido.

─ Porque pareces de esos profesores de colegio y me haces sentir como un alumno.

Perché in questo caso sono felice di essere il vostro insegnante. ─ Rió.

No sé qué me había dicho, pero sea lo que sea me hizo ruborizar, el acento italiano adornaba su melodiosa voz de terciopelo y hacía que las burbujas en mi estómago se agrandaran más.

─ Tendré que aprender italiano. ─ Mascullé.

El soplo cálido de su risa me acarició el rostro, apartando la brisa de la gélida mañana.

─ Lo que dije fue: Que en ese caso, estoy encantado de ser tu profesor. ─ Dijo. ─ Y si quieres, puedo enseñarte italiano también.

─ Me encantaría.

Minho no sólo era un adonis en persona, sino que ¿tenía que resultar tan terriblemente encantador también?

Tomé la cámara y saqué un par de fotografías a la construcción barroca que admiraba, por accidente o casualidad, mi lente también capturó el bello rostro de oro que tenía a mi lado.

Cuando el viaje terminó y pisamos tierra firme, el estómago me rugió de hambre, recordé entonces que no había desayunado ni tomado nada. Até mis brazos alrededor de mi abdomen y rogué que se callara.

─ ¿Tienes hambre? ─ Adivinó Minho.

Hice un mohín por haber sido descubierto y luego asentí sin decir nada, completamente apenado.

─ Conozco un buen restaurante aquí cerca, ven. ─ Me sonrió, emocionado. O al menos eso era lo que parecía y me hizo seguirlo.

Dirigí mi mirada al auto de Minho y él volvió a adivinar mis expresiones.

─ No está tan lejos, podemos ir caminando. ─ Me sonrió de nuevo, y esa sonrisa me obligó a seguirlo hipnotizado.

Apresuré mi paso y llegué hasta su lado, me sentí... tonto; él parecía un modelo de revista y yo... un adolescente común y corriente.

     ᥫ᭡ 𝐌𝐀𝐍𝐔𝐀𝐋 𝐃𝐄 𝐋𝐎 𝐏𝐑𝐎𝐇𝐈𝐁𝐈𝐃𝐎 !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora