🦋 Capítulo 4 | El arte de sobrepensar todo 🦋

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"La luz es fácil de amar. Muéstrame tu oscuridad"
Ron Israel.

Alex Williams

Ascot Hills es de mis lugares favoritos. Siempre que subo y admiro lo pequeñas que se ven las personas desde allí, me hace sentir como el dueño del mundo.

La moto estaba aparcada no tan lejos de nosotros. Tomé asiento en el suelo, sobre esa hierba seca que crujía con cada paso que daba. Luego de un momento, sentí la presencia de Camila junto a mí, su aliento cálido en medio de la brisa. Envié rápidamente unos mensajes a dos personas y luego de comprobar que todo estaba bien, me dediqué a mirar el cielo ahora pintado de azul oscuro y cubierto de nubes junto con las luces del centro de la ciudad, que desde esa altura podrían haberse hecho pasar por luciérnagas, tan diminutas; evitando a toda costa cruzar miradas con Camila.

Una vez traje a Daniel y a una (ahora) amiga mía de crispantes puntas teñidas de morado, por separado claro está. Recuerdo que a uno le complació y a la otra le interesó, pero ninguno llegó a estar deleitado. Nunca lo entendí. ¿Cómo podías tener un paisaje tan hermoso frente a ti y no quedarse embelesado por ello?

Admito que justo ahora me siento nervioso. Teniendo en cuenta mis experiencias pasadas, me preocupa que con ella sea igual. Que no llegue a conectar con esto como yo. Lo cual es ilógico, ya que la acabo de conocer.

Me inundó una oleada de alivio cuando escuché que de su boca se escapó un suave "¡Wow!". Por fin me digné a mirarla, ahora sin ningún rastro de temor y con más confianza, incluso.

—Lindo, ¿verdad?

—¿Lindo? —Negó—. Lo que le sigue. Ni siquiera creo que haya palabra que le haga justicia a esta vista.

Sonreí ante eso.

Pensé en algo que decirle para que ella entrará en confianza. Porque ella tal vez no se había dado cuenta, pero yo ya estaba al tanto de lo que sucedía con ella, el percance en la fiesta me lo había confirmado. Me calmó ver que su respiración había vuelto a ser normal y quería que siguiera así, calmada.

—Estar aquí me hace sentir como el rey del mundo —admití muy digno—. ¿A ti qué te hace pensar? —Choqué mi hombro con el suyo en un intento de animarla a soltarse un poco.

Ella dudó.

Yo repetí la acción.

—Desde aquí... la ciudad parece interminable, vasta e insípida —dijo finalmente—, tanto que me hace maravillarme de mi absoluta insignificancia —tomó una gran bocanada antes de seguir—. También es como si hubiera huido de toda la civilización, como si hubiera escapado y dejado atrás todo... pero ese todo sigue avanzando, las personas avanzan, siguen con sus rutinas, con sus vidas. En cierto modo me desconcierta pensar que puedo irme y nada pasaría.

Me sorprendió el contraste de su idea con la mía, mientras yo me sentía un todo allí, ella se sentía nada.

—Oye, que sepas que yo también estoy aquí, úneme en tu miseria de ver cómo te puedes ir y todo seguiría igual —intenté bromear—. Hemos huido juntos.

Ella rio, y me alegró ver que se sentía bien.

Pero tan rápido como apareció, su sonrisa se borró.

—Últimamente he hecho mucho eso. Huir.

Pude ver que al instante de soltar eso, se arrepintió de haberlo dicho. No quería incomodarla, por lo que intenté cambiar de tema.

—Así que... ¿Cambiaste Nueva York por Los Ángeles? No te culpo, nuestro clima es mejor y tenemos lo mejor de la industria televisiva y cinematográfica del país.

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⏰ Última actualización: Jan 13, 2022 ⏰

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La razón de su arte [Arte y artistas #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora