Camina despacio, respira...
No corras...
No muestres pánico... Y no te atrevas a voltear.
Ser perseguida por un desconocido alrededor de las calles de Andraria se había convertido en algo completamente usual. Un barrio pequeño y tan lejano del mundo que a su vez agarra una manta increíblemente grande de delincuentes. Pero cuando creces en un lugar así, aprendes a vivir con ello.
El jugo del momento siempre los saborean ellos, hasta ellas, pero en mi caso, la bebida se derramaba sola por mis labios.
Localízalo, calcula la distancia, deja que se deslice detrás de ti, hazle creer que no estás enterada de nada. Y si eres tan pequeña que luces inofensiva, entonces la tendrás más fácil. Porque las niñas buenas no deberían guardar armas blancas sujetas a la cintura de su pantalón.
Te tengo, hijo de puta.
Antes de que sus manos pudieran tocar un centímetro de mi piel, voltee tan brusco que el cabello abofeteó su cara, el impacto hizo traspillar sus pasos y ese fue mi momento para aplicar la común técnica. Mi patada frontal dio contra su pecho, haciéndole caer de culo al suelo, en el sórdido silencio de aquellas calles se escuchó la grieta que rompió mi puño al chocar contra su mandíbula. A horcadas encima de él, había presionado el filo de mi cuchillo contra su garganta.
Él era muy lento, yo era demasiado rápida.
Mi cuerpo dolía, pero me había acostumbrado a moverme ágilmente sin que aquello me importara demasiado.
-No estoy solo.- escupió, sangre fresca deslizándose por la comisura de su boca. Si quisiera, pudiera golpear su rodilla contra mi espalda baja, pero debería estar demasiado consciente de que mi cuchillo no desfallecería ni un segundo.
Negué lentamente la cabeza por sus palabras.
-No, me vienes siguiendo desde hace dos días pero raramente te acercas, te escondes tras los árboles, lo que demuestra que no te agrada mostrarte en público. Eres un lobo solitario, un sociópata. Incluso tú podrías hacerme daño.
Corté de su carne, provocándole un leve sangrado y un siseo, a veces prefería cortar de una sola sentada, pero nunca llegaba a esos extremos. La yo de cinco años atrás debe estar muy triste por mí, ella era feliz, allí, donde su madre seguía viva.
Su sonrisa maniática me puso los pelos de punta.- Así que es verdad... fuiste tú la que metiste a esos violadores a la cárcel.
Yo también dibujé una sonrisa amarga, pero con los labios cerrados.- Cállate, los cazadores no hablan con las presas.-¿Y quién es la presa?
-Exacto, ¿quién es la presa?
La mirada que brindó era fría, vacía, con solo un dejo de diversión asomándose por sus ojos. Él no me iba a hacer nada, no ahora, le gustaba acosarme, jugar a la presa y al cazador, sentir que de una forma u otra me acorralaba. A esos le tenía más miedo, a los ojos abiertos que me observaban de par en par tras la vida verde que nos rodeaba, sin moverse, sin hablar. Los juegos mentales siempre te acabarían más rápido.
Pero mi mente se ha vuelto tan fuerte al pasar los años, tuve que obligar a endurecer mi corazón y mis pensamientos, tuve que hacerlo para no volverme loca.-No te voy a hacer daño...- murmuró, su rostro contraído por el dolor, pero su comisura seguía alzada.
-Soy yo la que no te haré daño si paras esta mierda aquí.
No dijo nada, aunque tampoco tenía esperanzas. ¿Qué estaba mal con este lugar que los psicópatas se podían mezclar entre la gente, interactuar y destruir mentes cada hora del día?
Todo. Todo estaba mal en Andraria.
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Librería de los cuentos rotos
Misterio / Suspenso"Pero... pero hay una Librería, un sitio donde podías olvidarte del desastre que eres por unos minutos, quizás horas, quizás días, sus páginas nunca cerrarán para aquellas almas condolidas." ❌Advertencia❌ •Contenido Adulto •Lenguaje vulgar •Escenas...