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"72 horas"

Esto no podría ser peor, llevaba como aproximado unos tres días aquí encerrado y ya no lo podía soportar. Todo eso de que quizás estar aquí podía ser lo mejor, pues a la mierda. Quiero abandonar este sitio lo más antes posible.

Mi mente se hallada en total cautiverio y mi conciencia estaba llena de imágenes reproduciéndose una y otra vez con finales trágicos para mí, estos, eran los que en realidad se sentían más presos que yo mismo y me torturaban sin piedad.

Además, de que también se acababa de presentar, y de muy mala gana, mi ruidosa hambre y sed, eso y mi incomodidad física, eran cosas que insistentemente me jugaban en contra.

Mire hacía mis manos, pues me sangraban los dedos, consecuencia del desgarramiento cometido en mis uñas, pero culpo a la ansiedad de que me las comiera a tal grado de lastimarme. Mis puños, dañados y adoloridos, no podían seguir haciendo ruido en aquellas desoladas paredes, nadie nos escuchaba de todos modos.

Tampoco podía ver con claridad mis golpes, mucho menos mi sangre. Ya que mi agotada visión, se hallaba desesperada al no poder presenciar otra cosa que no fuera esa penetrante luz roja enloquecedora, que fácilmente disimulaba todo lo que fuese de ese mismo tono y por lo mucho, mis mismas heridas ensangrentadas.

Aturdido, apoyo mi espalda bruscamente en una de las paredes, sintiendo como esta se va deslizando lentamente hasta llegar al suelo. Sentado y rendido, apoyo mi cabeza en mis piernas, sintiendo consuelo de estas. Me cubro la cara, lo más fuerte posible para evitar que alguna luz entre en mi indefensa cuevita. Mi mente, estaba atrapada en una celda irrompible, dentro de esta estaban encerradas todas las necesidades que me demandaba mi cuerpo. Necesidades de un lobo, hambriento y en cautiverio que vagaba feroz dentro de mí.

Sentía mis labios, me los lamia seguidamente, eran como un campo sequio, de esos que son victimarios de la contaminación ambiental inculcada por el humano. Ni una misera humedad en ellos y llenos de grietas.

Sólo tres días y ya me encontraba en este humillante estado deteriorable. Eso me hacía pensar en que, en mi vida de allá afuera, era un debilucho mantenido, posiblemente nacido en cuna de oro y malcriado. La probabilidad de serlo era alta a mi criterio, aunque no lo recuerde, pero lo presentía fuertemente debido a mi poca resistencia física y mental en este momento de escasez.

Tenia miedo de perder la cordura.

Sentía que, a cada minuto, mi mente quería intensificarme todo, pero decidí que ya no lo permitiría. Tal como un juego de ajedrez, era mi turno de atacar. Decidido, levanto mi mirada de golpe, haciendo frente y permitiendo que el estrés me domine, creí que sería capaz de gritar algunas veces más por ayuda, pero cuando ya me encontraba con mis pulmones enérgicos, llenos de aire y poder, es cuando me quedo en total silencio.

No porque no supiera que decir, si no que, porque mi cuerpo está paralizado en este momento, paralizado y expectante a una botella de agua frente a mí. ―¿estaré alucinando?― quería pensar en cómo carajos había llegado eso ahí, pero mi cuerpo fue más rápido y ignorante a la situación se acercó a aquel tesoro único de anhelar. 《Como la única Coca--Cola del desierto》 de seguro ese dicho era para mí.

Sin dudarlo mucho, bebi. Sentía mi boca ser mojada por aquel líquido, refrescando toda mi cavidad bucal, para luego pasar por mi seca garganta dándole vida nuevamente. Todos esos dolores en mi laringe, consecuencia de mis gritos desesperados, se habían aliviado, sintiendo que podía llorar de la impotencia.

Pero como si de un golpe me hubieran dado, mi mente se reactivo de una. Me di cuenta de que no podía acabármela al instante, porque aún no sabría cuánto tiempo estaría aquí atrapado. De impulso separe la botella de mi boca, esta estaba a la mitad, un poco más bajo de eso se podría decir. Lo sé, la había cagado.

Mirando hacía el suelo, pude percibir dos píldoras en una bandeja, de poco fiar a la vista si soy sincero, estas eran tamaño mediano, una roja y otra azul.

Quería estar abierto a las posibilidades de todo tipo, tanto ficción como realismo, y así averiguar el cómo llego todo esto aquí. Sentí por un momento que podrían estar observándome. Quizás esto era uno de esos experimentos ilegales del gobierno y la habitación estaba llena de cámaras invisibles para mí, que analizaban todos mis comportamientos.

Me senté en posición indio, con ambas piernas cruzadas y tomé ambas píldoras en mi mano. Sentía un aura peligrosa emanar de ellas, de alguna forma sentía que estaba forzado a elegir alguna y tragarla.

Si había alguna otra persona presente afuera de este cuarto, consciente de mi existencia. ¿debe de querer que trague esto? ¿no? De lo contrarío, no tendría sentido que me las obsequiaran y veo muy imposible que solo hayan brotado de la tierra. Pero, ¿qué sucedería si decido no tragarlas? ¿Y si es veneno? O si es... ¿una cura? O algún tipo de extraña ayuda beneficiosa. ¿Pasaría algo malo si solo las ignoro? Demasiadas preguntas y mucha curiosidad e inquietud de mi parte.

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5 horas"

Mis ojos, que ahora podrían llamarse cuencas, trataban de marcar indiferencia ante aquellas píldoras que se hallaban tiradas en la otra esquina de la habitación. No podía sacarles un ojo de encima, eran muy llamativas y siento que ellas me estaban buscando también.

Me voltee al otro lado, quedando cara a cara con la pared, me encontraba enrollado como bolita, intentando pensar en algo que no fuera el tema reciente, pensé en el hecho de que si le seguía el juego a lo que sea que me mantuviera encerrado acá y tomaba aquello, quizás, podría salir de aquí.

Ya estaba harto de tantas dudas, quería ver que carajos ocurriría, si me muero, quizás sería hasta mejor, estaba inseguro, pero no sé en qué momento me acerque a aquella esquina, tome a ambas en mi mano, por alguna razón estaba entusiasmado y lleno de adrenalina.

Fue hasta ahí que me vino la duda en mente.

¿Cuál debería de escoger? ¿Estará bien si me tomo ambas a la vez? Sin querer analizarlo, me eché ambas a la boca tragándomelas al seco, solo esperaba que todo saliera bien.

Me tire al suelo nuevamente, no sé cómo aún no agarro un resfriado al estar durmiendo en aquel triste suelo. Lo único que sé, es que cuando salga de este agobiante lugar, los dolores de espalda serán algo para toda la vida.

𝙻𝙰𝚂 𝙿𝙰𝚁𝙴𝙳𝙴𝚂 𝙽𝙾 𝙼𝙴 𝙴𝚂𝙲𝚄𝙲𝙷𝙰𝙽Donde viven las historias. Descúbrelo ahora