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En el mismo instante fue cuando sentí una recaída, sentí un muy agrio sabor en mi boca, uno como a olor de perro muerto en descomposición, pero en vez de olor, era un sabor. Incluía un fuerte sabor metálico agregado. No quisiera verme la cara en el espejo en este momento.

Quise vomitar todo en un instante, pero el sabor se había incrustado fuertemente en mi boca, parecido a las《judías asquerosas》pero mucho peor. Mi mundo comenzó a girar frente a mí, quise taparme la vista con mis brazos para intentar reincorporarme un poco ―que mierda― pensé. Me senté con las piernas estiradas e incliné mi espalda hacia el suelo, quería expulsar todo esto sin importa qué, me metí los dedos hasta el fondo de mi cavidad bucal, de seguro parecía una de esas monas chinas del hentai, pero mas feo a la vista.

Comencé a hacer arcadas y mis ojos se pusieron acuosos, era una sensación muy incomoda ya que no es cómo si me metiera dedos todos los días como un bulímico.

Por mas que intente, no expulse nada. Lo peor es que empecé a sentir como mi guata palpitaba, era extraño, pero así era, la sentía hervir como horno, como si de algo toxico se tratara y derritiera mi estómago.

De repente me vino un gran pinchazo en ese mismo lugar, un dolor inexplicable, horroroso y que no se lo deseo a nadie, como si me cortaran la piel de la misma forma que a un cordero antes del asado en el campo, pero la diferencia es que a mí aun no me habían sacrificado. Las pulsaciones de mi corazón, podía escucharlas entre el gran silencio, eran fuertes y rápidas, cómo las alarmas de auxilio más ruidosas provenientes de mi interior, queriéndome hacer saber, que algo andaba mal a gritos, y yo, las escuchaba.

Comencé a toser, toser muy fuerte. El dolor, los mareos y esa maldita luz roja que sólo me hacía empeorar de alguna forma. Me atormentaban. Si esto era un castigo, que acabé ya, la lección que haya tenido que aprender, ya la aprendí. Escupía chorros de saliva al suelo, tenía muchas arcadas, pero ninguna me hacía expulsar aquella repulsiva esencia.

Comencé a marearme más y más, hasta que caí de espaldas al suelo, golpeándome fuertemente la cabeza, pero no lo suficiente como para noquearme, ojalá haber sido así. No dejaba de temblar, hasta tic me daban y comencé a clavarme fuertemente mis uñas en mi barriga, como método de alinear el dolor.

Me vinieron escenas repentinas a mi cabeza, como si mi cerebro hubiera desbloqueado un nuevo nivel en donde estaban guardadas partes de mis recuerdos, sabia que lo eran porque en todos me veía. Pero también sabia que no todos eran reales, porque algunos escenarios eran completamente irrelevantes.

El gran dolor, pero ahora más cerebral al estar recibiendo mucha información confusa de golpe, me hizo gritar.

Mientras gritaba tormentosamente, recordaba el cómo tenía un lindo perrito, uno joven y mestizo, de manchas cafés y blancas, amaba a ese perrito, se notaba nuestro amor al jugar juntos.

No recordaba su nombre, pero le encantaba que le tirara su hueso de juguete bien lejos en el bosque para que él lo recuperara.

En mi recuerdo se lo tire.

Pero él no volvía.

Preocupado, fui a buscarlo, no tenia miedo ya que sabia que el era un perro muy inteligente. Pero a la par que voy dando pasos, todo se va haciendo mas estrecho, ¿cómo? No sé. Pero el atardecer nos entregaba un poderoso y grande sol rojo, que ilumina todo el bosque con aquel tono.

Yo seguía caminando, con pasos más cortos porque me sentía desconfiado, ya no estaba en un lugar seguro.

Grite el nombre de mi perrito, pero este nombre salía censurado entre recuerdos, de repente todo era muy rojo, pero no se equivoquen, era un rojo brillante y dominante. Nada comparado con el que jodía en la habitación.

Estaba caminando en un lugar donde no había nada, ni suelo, ni árboles, ni bosque. Nada. Solo era un fondo rojo en el que podía andar.

Hasta que caigo, no sé cómo, pero caigo y caigo, sin parar, sin fin o llegada, así paso varios meses. Cayendo.

Hasta que ya cansado de tal situación, grito ―stop, por favor alucinación, quiero llegar ahora a mi destino― me veía decir calmado, yo no era el niño de ese cuerpo, me veía igual, jugaba con mi perrito también, pero las vibras que me daba aquel hombre me hacían pensar en un total desconocido, cómo un gemelo malvado.

Cómo si el destino me hubiera hecho un favor, caí en el suelo de un túnel oscuro, sin dolor alguno, me levante y seguí caminando hasta escuchar unos chuchillos resonando entre sí, constantes y fuertes, al igual que el sonido de una piel siendo descarada, pensando lo peor, y lo peor era.

Llegue al final de túnel, en este estaba mi perrito ya muerto y con su estomago abierto. Sus vísceras totalmente sacadas para a fuera, mal oliente y con larvas devorándolo, toda una escena del crimen, una terrible en el que no perdonaría jamás al culpable.

Dolido, me acerco a mi mascota con la intención de darle consuelo, aunque ya no estuviera en este mundo. Y así llevármela conmigo para hacerle un funeral decente. Pero en cuanto me acerqué, vi lo peor, dentro de su estomago estaban preparadas unas lentejas, y mi perro era el plato de estas, unas recién echas y calentitas, se notaba por el poco humo que esparcían.

Queriendo vomitar y llorar con rabia, leí un papel dentro, con un mensaje en letra grande pero ordenada, este decía '¿tienes hambre?'

Y finalmente, vomite.

Seguía gritando, mis cuerdas vocales pedían descanso, pero a la hora de vomitar (pura agua por cierto), me ahogaba entre arcadas y llanto ―qué era lo que acababa de recordar― sólo lloraba, vomitaba y me retorcía en mi propio dolor, si estas cosas eran las que mi mente quería bloquearme, pues ya entendía el por qué, jamás me sentí tan vulnerable como ahora, jamás me sentí más solo que como ahora, mis lágrimas, salían a gota y caían al suelo una detrás de otra seguidamente. Ya no quería saber mas de la vida, ya no quería saber mas de donde me hallaba, sólo quería hacerme bolita conmigo mismo y esconderme en una esquina sin recordar más cosas.

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⏰ Última actualización: Jan 05, 2022 ⏰

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