Capítulo 2. La decisión

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Esto no podía estar pasando, debía ser una broma, todavía después de ver esas marcas en su brazo no tenía la capacidad de creerlo. Esa noche lloré hasta que no pude más, el sueño fue el único capaz de detener mi llanto, sentía increíble que mi hermanita, la pequeña que había visto sonreír tantas veces, esa a la que protegía cuando nuestros padres discutían, a quién calmé el llanto cuando mi padre se fue, con quién tantas veces peleé por un chocolate o un juguete, la niñita que antes veía el mundo en tonos pastel, estaba pasando por eso. Decepción, también eso sentía, estaba decepcionada, pero de mí, por no haber tenido la capacidad de darme cuenta de lo que sucedía, por qué aunque diario la veía, en realidad estuve ciega y no puede detenerla, ni ayudarla.

Al día siguiente mi madre faltó al trabajo, fue a la escuela de mi hermana y habló con la trabajadora social, ahí se enteró de que en el aula de mi hermana había un grupo de niñas en situaciones similares, también le recomendaron un centro de atención psicológica para adolescentes.

—Vas a ir al psicólogo —Soltó mi madre al llegar, en ese instante mi hermana, que estaba apaciblemente semiacostada en el sillón y muy atenta a la pantalla de su celular, se levantó de un brinco y lanzó el aparato distractor al asiento con tal fuerza que rebotó y calló al suelo desparramando la batería, la tapa y el resto.

—¡NO! ¡No puedes hacerme esto! ¡Yo no voy a ir con ningún loquero! —Gritó mi hermana, furibunda, con el cuerpo tenso y los puños cerrados, la cara roja cual luz de semáforo y las venas del cuello alzadas, comunicando la fuerza que estaba ejecutando en la mandíbula.

—Por favor hija, no hagas esto más difícil —En ese momento no sabía si mi madre hablaba así porque quería serenar a mi hermana o por controlarse ella, ya que también se le notaba tensa.

—¡No! ¡No voy a ir a ese lugar! ¡Todo lo que tú quieres es deslindarte de todo esto! ¡Hacer como que no fue tu culpa! ¿Pero sabes qué? ¡Todo esto es culpa tuya! ¡Porque cuando te necesito nunca estas! ¡Lo único que haces es reprocharme lo que está mal! ¡Yo no tengo la culpa de que mi papá te dejara y mucho menos de que nunca te haya querido! —Entonces, Lily corrió hacia las escaleras y en menos de 30 segundos el azote de la puerta retumbó por todos los rincones de la casa.

Ciertamente todo sucedió tan rápido que ni siquiera recuerdo cuando reaccioné, pero para entonces mi madre escondía su rostro entre sus manos y estaba sentada junto a mí, sollozando.

—¿Mamá? ¿Estás bien? —En realidad no sabía qué hacer, ni que decir, muchas veces antes la había visto llorar, pero sabía que ahora era distinto, se veía tan destrozada, como si ella fuera una copa de cristal y algún descuidado la hubiese dejado caer, estaba hecha añicos y yo no sabía cómo recoger los trozos.

—Tiene razón... todo lo que dijo... es... es verdad —Decía mi madre entre sollozos, la tormenta de lágrimas era incontenible y yo seguía inmóvil, cual niña pequeña que dejan por primera vez en un jardín de niños, estaba desorientada.

—Mamá, no digas eso, Lilian no sabe lo que dice, esta... creo que tal vez se siente atacada, pero vas a ver que lo aceptará.

—Si... tal vez... —Mamá no estaba realmente convencida de lo que declaraba, se le notaba en el tono de voz, aunque a decir verdad los sollozos no me dejaban ver más allá de sus palabras.

—Tendrá que aceptarlo, se dará cuenta que estamos tratando de hacer lo mejor por ella, por su salud —No sabía si lograría, por lo menos, calmarla.

—Si, pero...no hablo del psicólogo, tal vez sea una buena decisión... digo que... —Y las amenazantes lágrimas volvieron —que... yo la descuidé —Ahora su llanto era tan intenso que yo me sentía hasta asustada, pero sabía que no todo era culpa de ella, mi madre había hecho todo lo posible por sacarnos adelante a mi hermana y a mi después del divorcio, no era una mala madre.

—Mamá, no todo es culpa tuya, por supuesto que todo el mundo hemos cometido errores, pero no por eso nos vamos a dejar caer, ahora, más que nunca, debemos estar fuertes para Lilian —Al parecer mis palabras estaban funcionando, por lo menos había dejado de llorar.

—Si, tienes razón —y me sonrió, no era una de esas que deslumbraban de felicidad, era más una sonrisa fugaz, algo apagada, pero sincera, ese gesto bastó para que mis impulsos reaccionaran, y la abracé, ella me correspondió y cuando el abrazó se terminó, volvió a echarme una de esas sonrisas acuosas.

—Te amo Ann.

—Y yo te amo a ti mamá —no siempre se lo decía, pero sentí que ésta situación lo ameritaba.

—Pues bien —tomó aire y se incorporó —la decisión está tomada, llevaremos a Lilian con ese psicólogo, aunque nos cueste mucho trabajo y necesito mucha ayuda de tu parte.

—Claro que si mamá —Para ser sincera tenía algo de miedo, no tenía idea de cómo podría colaborar con esto, pero estaba segura de que quería hacerlo, Lilian era mi hermanita y la amaba.

UN MAL CAMINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora