Parte 5

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Me invadió un miedo profundo, no podia parar de pensar que esto que le pasaba a mi hermano no era casualidad, en un momento pensé que podia llegar a morir, esa idea me aterraba, pero viendo el estado en que se encontraba, la idea florecio aún más, supuse que debia llamar a mis padres, se encontraban a solo unas cuadras de casa, decidi que lo mejor sería ir, cuando estaba en camino pensé pasar por casa, cerrar las puertas, ya que no las había hecho antes de ir a casa de abuela, sentí sensaciones raras al entrar por el portón, y un olor putrefacto adornaba la casa con su presencia, recorrí los pasillos y llegue hasta el fondo. En la cima de lo alto estaba yo, dentro mío observando mis pecados, los cadáveres de mis gatos extendidos en el campo, como soldados de Normandía, todos ellos, sin una gota de sangre, pero espumas en sus bocas, puedo imaginarne aún el soneto demencial que sonaba dentro de mi cabeza, y el horror de verlos tirado sin poder moverse, los visite a cada uno, uno por uno, para buscar indicios de vida, entre los murmullos de mis llantos, escucho a Bonita respirar, luchando por sobrevivir, me acerqué a ella rapidamente, sus ojos, sus tan tiernos pero delicados ojos, me decían: ayudame, por favor haz algo para ayudarme, y en su delirio la contemplo morir, ahí acostado frente a ella sin poder hacer nada, les juro que si ella pudiese hablar me diría: fue tu culpa.

Entre neblinas lúgubres, en un silencio sepulcral, tierra húmeda y lloviznas suaves, bajo el árbol sin frutos, yace el niño que enterro a sus gatos.

El niño que enterraba a sus gatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora