Epílogo.

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-Oh, ¿quieres concentrarte? – le digo a Ian ya desesperada.

-¿Cómo quieres que me concentre contigo a mi lado? – dice con un tono gracioso mientras hace un movimiento insinuante con sus cejas que hace mucha gracia.

-¿Lo ves? Buscas cualquier excusa para no estudiar. – le digo ya un poco más seria, fingiendo un poco de enfado. – O solucionas el problema, y bien, o me voy, Ian. Una de dos.

-¿Puedes repetirme la pregunta? – dice ahora ya un poco más concentrado.

-Tienes que pasarme el ángulo de 45 grados a la segunda cuadrante. Y luego me dices sus características.

-Que dios me salve. – susurra antes de ponerse de cabeza con los ejercicios.

Oh, querido junio para unos y dichoso para otros. Eso le pasa por suspender el último trimestre matemáticas. Resultado: yo explicándole todo el temario.

-Oye, tranquilízate de una vez. Te irá muy bien. – me recuerda Rose antes de irme a clase para hacer el último examen de física. Necesito un 7 para aprobar la asignatura, algo crucial a estas alturas del curso.

Me encamino al aula asignada. Me tiemblan las manos, algo común en mí antes de hacer una prueba o ser valorada por un trabajo. Mi estómago se empieza a quejar de manera exagerada aunque haya sido alimentado hace diez minutos.

Intento decirme a mi misma que todo irá bien. Que no me preocupe. Que me he esforzado mucho en esto. Recuerdo las fórmulas de la gravitación, la de la atracción entre dos masas y la de la atracción propia de un planeta. Mierda, ¿dónde se ponía la mu? Ah, no, eso iba con lo de las fuerzas y los módulos. Ah, no. Menudo lío. Tranquila, todo irá bien.

De repente, alguien tira de mi brazo y me aparta un poco del pasillo dirigiéndome a un pequeña aula. Ian.

-Tengo que estar en cinco minutos en el aula 5G. ¿Qué quieres? – le pregunto un poco impaciente.

-Cinco minutos me bastan. – responde.

Y en una fracción de segundo encuentro sus labios encima de los míos abriéndose camino. ¿Des de cuándo le estoy siguiendo el beso? No lo sé, pero sabe a Gloria.

-¿Qu…qué..? –intento formular una pregunta pero mi cerebro parece haberse tomado unas vacaciones sin mi permiso.

-Que no se te fundan ahora las neuronas, que las necesitas. Mucha suerte. – me dice tan tranquilo antes de irse y dejarme sola.

Miro mi reloj y salgo corriendo. Solo dispongo de un minuto.

Besos ha habido, no nos engañemos. Más de uno. Incluso el de la fiesta de mi cumpleaños, que más tarde recordé pero no se lo comenté a nadie. Y me gusta besarle, vaya si me gusta besarle. Me encanta. Y eso no está bien. Es mi mejor amigo. A quien recurro cuando tengo problemas amorosos, con quien miro películas ñoñas para que me abrace, con quien doy paseos de horas y horas, e incluso, mi compañero de cine en las películas de terror para tener un hombro con el que taparme los ojos en las escenas sangrientas y una mano que me acaricie la cabeza.

Intento no pensar en ello. En sus labios carnosos que parecen amoldarse perfectamente a los mios, estar hechos el uno para el otro. Su reacción tan normal después de lo acontecido. Sus ojos, con ese brillo especial. Sus brazos, sus manos, su forma de cogerme de la nuca y acariciarme la mejilla…  

No hablemos de chicos. Me obligo a mi misma a no pensar en ellos, y mucho menos en Ian. Los hombres dan demasiados dolores de cabeza.  

El caso es que estamos todos en el comedor del instituto esperando a que Ian acabe el examen de matemáticas que tanto ha estudiado, con mi ayuda, estos últimos meses. Nos encontramos en el último trimestre, y este examen es muy importante, si lo suspende, catea las matemáticas y no pasa a segundo de bachillerato. Ahora se entiende por qué estamos todos tan nerviosos por él.

I'll Be WaitingWhere stories live. Discover now