Epilogo

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Sus ojeras eran demasiado notables, su cabello ligeramente despeinado y su mirada gacha lo acusaban de noches de desvelo sin parar. Simplemente, no se la podía sacar de la cabeza.

Cerró sus ojos con cansancio y mantuvo la respiración hasta llegar a diez, los volvió a abrir, encontrándose con unos ojos mirándolo con una sonrisa.

—Aki... ¿No me irás a ver? ¿No me quieres dejar?

Claro que la quería ver, siempre dijo que algún día lo haría.

—Aki... ese día ha llegado, ¿Por qué no me das una visita?

Se levantó con cuidado de la silla perteneciente a ella, empezando a caminar a la ciudad. Cerró con llave la casa y empezó a caminar, siendo seguido por el fantasma. Se detuvo en el mismo lugar que la última vez, comprando exactamente las mismas flores que los miles de veces que las compró para ella.

Subió al vehículo y se sentó al lado de la ventana, mirando como todo pasaba de manera rápida. Miró a su lado, y vio esa figura tan familiar, mirándolo como una niña pequeña. Le regaló una pequeña sonrisa y él la ignoró, siguiendo con la mirada en la ventana.

Pisaba el pasto y la tierra con sus zapatos, mientras buscaba esa piedra grabada con el nombre que más amaba. Cuando la encontró dejó el pequeño ramo con cuidado en el pasto, y juntó sus manos, empezando a orar por ella.

El pequeño fantasma a su lado lo miraba con una sonrisa triste.

Por fin la había visto, y por fin se podía ir tranquila.

Sabiendo, que su amado Aki ahora estaría bien sin ella.

—Gracias, Aki... te amo, ¿lo sabes, no? —se posó detrás de él, e intentó abrazarlo, más, sin embargo, antes de poder tocarlo su cuerpo se desvaneció con el aire, eliminando cualquier rastro del pequeño fantasma que siempre lo acompañó.

—Te dije que algún día te vería.

Algún día la volvería a ver, y ese día era hoy.

One Day.

Fin.

One Day || Aki Hayakawa × Reader ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora