Música.

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—Alba, sigo sin encontrar absolutamente nada que justifique tus desmayos. En el TAC no ha salido nada alarmante. Hemos descartado ya varias posibilidades porque ninguna se adapta a lo que te ocurre. Tampoco veo daños cerebrales que indiquen que haya algún problema, que era mi principal preocupación. Te he adelantado la prueba, jugándome el cuello con mis superiores para nada.

La frustración de su amiga se manifestó pasándose las manos por la cara y pellizcándose las ojeras de agotamiento. No había visto a Eider tan agotada desde que la conocía. O al menos a la Eider que ella había conocido, cuya versión más cercana era la que tenía delante.

—Y yo te he jodido el día libre.

—Es mucho más importante tu salud. Además, así si trabajo hoy, tengo libre el día de Reyes para pasarlo con mis madres—le guiñó un ojo, más animada—. De todas formas, volviendo al tema, voy a hallar la causa de lo que te ocurre.

—¿Vas a ingresarme otra vez?

—No. Aunque algo me dice que quizá debería—se desplazó por la consulta de paneles blancos impolutos, para tirar los restos de una piruleta a la papelera de desechos orgánicos—. Pareces estar bien, las pruebas revelan que mis ojos no se equivocan. Si te encierro en una habitación de hospital no sería muy ético por mi parte. —Los ojos de su amiga la recorrieron, la analizaron con ojo médico—. Alba, los dolores de cabeza...

Su mirada se centró en las mangas de su bata, que ajustó hasta las muñecas, ocultando las de la sudadera negra. Parecía estar pensándose muy bien qué iba a decir. Se relamió los labios, dos, tres veces contó la ingeniera.

—Son precedidos por desmayos. Qué pasó la primera vez, en el portal de tu casa, cuando Natalia me llamó...

—Estábamos discutiendo por... algo privado. Muy privado. Entre ella y yo.

—No iba a inmiscuirme. ¿Y el segundo? El último... El de ayer por la mañana.

Cuando la ex guitarrista de los Lightning la encontró en el sillón, aparentemente dormida. Había llamado a Eider, a pesar de sus quejas, y la doctora la había obligado a ir hasta el hospital donde le habían hecho un TAC de urgencia. El que tenía programado para el día 7.

—No podía dormir, me levanté y estuve... trabajando.

Mintió. Como si nada hubiera cambiado. Volvía a mentir incluso soñando.

—Tienes prohibido... Alba, ¿cómo vas a ponerte bien si sigues haciendo esfuerzos innecesarios? Te dije reposo absoluto y ahí también se incluye no hacer el intento de trabajar en...

—No podía dormir. Siempre he recurrido a mis proyectos cuando no podía dormir—se defendió.

—¡Pero no a costa de tu salud! —Se aclaró la garganta tras el grito. Dejó escapar un largo suspiro y apoyó los codos en la mesa, también de color blanco, de su consulta—. Nada de trabajar de madrugada, de día o a mediodía. Disfruta del tiempo para sanar la cabeza. Has avanzado mucho con la logopeda y con el fisio. Has conseguido hablar de nuevo, puedes correr sin ahogarte a los diez segundos y tu motricidad responde como antes del accidente.

—Me parezco más a mi padre de lo que yo creía—dijo para aligerar un poco el ambiente.

—Tu padre me hace caso cuando le digo nada de trabajar más horas de las que debe.

—Vale.

—No, Alba—se cruzó de brazos—. Prométeme que vas a dejar de hacerlo.

—Te lo prometo.

Big BangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora