Abrió los ojos sin saber exactamente cuánto había pasado. Los cerró cuando una molesta luz blanquecina la cegó por completo. Tardó varios minutos en acostumbrarse. Sin embargo, el minuto que tardó en hacerlo, se valió de sus otros sentidos. Captó un olor a hospital, bajo sus manos notó la suavidad y la textura de unas sábanas, la boca le sabía a metal...
Se incorporó de golpe, notando como la cabeza le daba vueltas, como le martilleaban las sienes. La punzada que le dio la vía, incrustada en su mano izquierda, al tratar de estirarse, la hizo volver a tumbarse de golpe. Las fuerzas, que le fallaron, también. Apenas notaba las extremidades, solo lograba mover el cuello con bastante dificultad. Y la lengua le pesaba al intentar hablar. De su garganta tan solo surgió un gruñido, más próximo a un animal que a un humano.
Sin embargo, lo que captaron sus ojos, tras acostumbrarse por completo a la luz—que en realidad no era tan fuerte—la hicieron contener un grito. Uno que ni siquiera habría logrado expandirse por aquella habitación individual con una cama y un sillón a la vera derecha. La claridad se colaba por una ventana, cuyos cristales eran translucidos, dejando pasar la luz, pero difuminando el exterior. Alba no podía levantarse de la cama, a medida que avanzaba el tiempo, apreciaba como le pesaban más y más las extremidades, como lo hacía su propio cuerpo. Era como si llevase en aquella cama años. Estaba débil, sedienta, hambrienta... Y notaba como si le fuera a explotar la cabeza en cualquier momento.
Pronto se habituó al sonido de la máquina que la monitorizaba. Al olor a medicina que cubría el aire. Al cabo de media hora, contemplando el techo blanco y liso, el peso de sus extremidades disminuyó un poco. Consiguió sentarse en la cama apoyando el peso sobre sus codos con dificultad, pero no levantarse. Sentía que, si lo intentaba, si intentaba caminar hasta la ventana y abrirla, no llegaría; caería al suelo.
Nadie acudió en todo ese rato a la habitación que ocupaba.
La puerta, del mismo color blanco que el resto de la habitación, permaneció cerrada. Encerrada como en aquel túnel subterráneo en Marte. Sin escapatoria.
Hasta que, de un chasquido, se deslizó a un lado.
La persona que entró en la habitación dejó caer el abrigo que llevaba en los brazos.
—Alba, estás...
El sonido que surgió de la garganta, tratando de mostrar la sorpresa, se quedó en el aire como el eco de un estallido.
¿Natalia?
Intentó pronunciar el nombre de la chica que le sonreía, con alivio y con los ojos envueltos en lágrimas. Que recorrió la distancia hasta llegar a su cama, temblando.
—Llevas dormida... —se mordió el labio bajando la mirada a las sábanas.
¿Cuánto llevo dormida?
Alba no entendía nada. Estaba tirada en el suelo de Marte, bajo tierra, guarecida de una tormenta de arena... Con las reservas de oxígeno casi agotadas... ¿Qué hacía en aquella habitación? ¿Qué hacía Natalia allí?
—Es... —Tosió al intentar hablar.
Natalia, preocupada, la instó a volver a tumbarse.
¿Estoy muerta?
Aquella había sido la pregunta que había intentado hacer.
—Despacio. Hace un mes que no hablas y te va a costar un poco hacerlo. Veo que al menos te mueves...—suspiró.
Sus dedos se apretaban en torno a los suyos sobre su regazo. Alba se quedó mirando por la ventana, una vez más. Volvió a recorrer la habitación, estudiándola detenidamente, con una curiosidad mayor. La máquina que la monitorizaba era de su siglo, la cama también... Natalia era un elemento anacrónico. El único.
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Big Bang
FanficRelato después de acabar Garito Temporal. Si no te lo has leído, luego vuelves 👁️👄👁️ Ya te has acabao el Garito? Okay, welcome to Mars.