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Yaneth

Siento el frio del aire acondicionado helándome la piel, y mis dedos no dejan de moverse ansiosos en el escritorio del doctor.

Esperando.

Esperando, resultados que he temido en toda mi vida.

Mis padres esperan al igual que yo y su cara de tragedia demuestra que pensamos los mismo, pero tratan de disimularlo al sonreírme como si todo estuviera bien.

La puerta se abre y todos giramos a ver al doctor que entra con unas carpetas en sus manos.

Se sienta en su escritorio y su cara demuestra lo ya pensado.

No a funcionado.

―Lamento decirles que no hemos avanzado ―Habla el doctor acomodando sus gafas.

La cara de mis padres demuestran una tristeza profunda yo solo puedo agachar mi cabeza viendo las palmas de mis manos, tratando de calmarme.

Ya lo sabia.

Ya lo sabia.

Me repito, tratando de recordar mis propias palabras, hace mucho que tengo entendido que esto no puede funcionar.

Pero eso no evita que me duela y decepcione.

Los sollozos ahogados de mi madre se escucha en la habitación y papá la abraza fuertemente tratando de tranquilizarla.

―Quizás otro tratamiento funcionaría o... ―Habla papá desesperado.

Pero el doctor lo interrumpe.

―Podríamos hacerlo pero seria mas doloroso y llevaríamos mas tiempo de lo indicado, también...

―No ―Interrumpo yo―. Ya no quiero, ya no quiero estar en este hospital.

Me levanto del asiento y mis piernas tiemblan un poco, la noticia me a dejado mal, pero era algo que se esperaba. Mamá me mira con lagrimas en los ojos y yo salgo del consultorio sin mirar atrás.

Llego a mi habitación y un suspiro pesado sale de mi. Comienzo a recoger todo lo que tengo, muñecos, consolas, libros, todo lo que he tenido para entretenerme a lo largo de los años, ya no tengo nada mas que hacer aquí, así que es hora de marcharme.

Escucho a mi madre atrás de mi y me giro a verla.

―Yane reconsidéralo, sigamos intentándolo, por favor. ―Las lagrimas empapan sus mejillas, mientras suplica.

Me acerco a abrazarla. No quisiera hacerle esto pero estoy cansada de esto, quiero disfrutar aunque sea un poco de mi vida, quiero hacer muchas cosas y no quiero morir aquí encerrada en cuatro paredes y con aparatos en mi cuerpo, no deseo esto.

―Mamá, ya no mas, ya no quiero ―La voz se me quiebra un poco pero no lloro.

Me separo un poco de ella y continuo recogiendo mis cosas. Termino acercándome a mi alcancía, un hermoso cerdo rojo, tan grande y lleno de monedas.

Y sonrío al recordar como cada día lo llenaba mas y mas. Mamá sale de la habitación y entra una enfermera, y no cualquiera, sino una de las mejores personas que pude conocer en este infierno.

―Me dijeron que te vas. ―Habla Sofia.

Puedo notar en su tono de voz que esta triste, pero hace todo lo posible para disimularlo.

―Ya sabes .―Me alzo de hombros― Mi viaje no se va a hacer solo.

Ella sonríe ya que sabe a lo que me refiero, ella mas que nadie sabe las ganas que tengo de conocer lugares nuevos y disfrutar de las cosas nuevas y sencillas. Veo los poster de playas, montañas, calles, todo lo que siempre he querido ver en persona, y que esta vez si podre hacerlo, y eso me reconforta un poco.

Atrapados en un talvez.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora