Mandrágoras y duendecillos

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Al día siguiente teníamos clase de Herbología con el profesor Longbottom.
-Muy bien chicos- dijo el profesor -Hoy vamos a aprender a transplantar Mandrágoras ¿quién me puede decir las propiedades que tiene?-

Levánté mi mano con rapidez, ya que me había pasado parte del verano escuchando a mi primo Fred repasando cosas de Herbología y sobretodo de las mandrágoras.
-Señorita potter- dijo el profesor cediéndome el turno.
-La mandrágora o Mandrágula- dije con una sonrisa -se usa para devolver a los petrificados a su estado original, también es muy peligrosa porque su llanto es fatal para quien lo oye-
-Excelente- dijo el profesor- 10 puntos para Gryffindor-
-Bien- dijo John chocando las 5 conmigo.

El profesor nos dio unas orejeras y nos ordenó que nos las pusiésemos ya que los gritos de una mandrágora pueden dejarte inconsciente durante varias horas debido a lo agudos que son.
Agarró el tallo de una de las mandrágoras y tiró con fuerza extrayéndola del semillero.
Las mandrágoras eran como si fuesen unos recién nacidos con un llanto muy agudo y las había de diversas formas y tamaños según el tiempo que llevaran en el semillero.
Enterró la mandrágora con un poco de abono y tierra y dejamos de escuchar el llanto.

A continuación nosotros hicimos lo mismo, mi mandrágora no era demasiado gorda pero tampoco era muy reciente, era igual que la de Sherlock mientras que las de John, Mary y Molly eran muy gordas.
La siguiente clase que teníamos era defensa contra las artes oscuras.

Tomé asiento junto a Sherlock en la cuarta fila justo detrás de John y Mary.
-¿Dónde estará el profesor Lockhart?- me preguntó Mary.
-Seguramente adulándose ante su propio reflejo- dijo Sherlock.
-Sherlock no empieces- dije molesta.
-Ese tío está enamorado de si mismo- dijo John -no sé como le puede gustar tanto a las mujeres-

El profesor salió de su despacho con una enorme sonrisa.
-Buenos días alumnos. Permitidme que me presente- dijo él -soy Gilderoy Lockhart Junior, de la orden de Merlín de tercera clase, miembro honorario de la liga de defensa contra las artes oscuras y 10 veces galardonado con el premio a la sonrisa más encantadora de la revista "corazón de bruja"-

Todas las chicas estábamos atontadas ante la belleza del profesor y le escuchábamos encantadas. Los chicos, por el contrario, le hacían burla.
-Ahora, cuidado- dijo el profesor junto a una jaula tapada con una tela -es mi misión dotarlos de útiles defensas contra las más horribles criaturas del mundo mágico. en este momento estáis ante unas de las más peligrosas criaturas que habitan en él, no os ocurrirá nada malo en mi presencia. Solo os ruego que no gritéis o los haríais enfurecer-

El profesor destapó la jaula y dentro de ella había un montón de pequeñas criaturas de color azul con alas y que gritaban sin parar.
Todos se reían.
-Veamos que podéis hacer con ellos- dijo antes de soltarlos haciendo que volaran por toda la sala .

Todos corrimos por el aula huyendo de los duendecillos, los cuales agarraron a Anderson por las orejas y lo colgaron de la lampara.
El profesor al verse ante aquella complicada situación huyó a su despacho y nos ordenó a Sherlock, Mary, John, Molly y yo que recogiésemos los duendecillos a su jaula antes de encerrarse.

Saqué mi varita y conjuré el hechizo Inmovilus haciendo que todos se quedasen inmóviles.
Los recogimos en su jaula, bajamos a Anderson de la lampara y los seis fuimos al comedor para estudiar las siguientes clases.

La magia de la deducción (Parte 2) (Sherlock Holmes y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora