#MíaDeNadieMás.
Maximiliano estaba a nada de perder la mesura, gritó y gritó pero ya no obtuvo respuesta.
El pitido ensordecedor le indicaba que la llamada había terminado.
Heriberto, quien se encontraba a una distancia prudente de la cabaña, recibía órdenes de no acercarse por su seguridad y a lo lejos escuchó el disparo proveniente del interior de la cabaña.
Los peores pensamientos pasaron por su cabeza.
Habían llegado rápido, pero quizás no lo suficiente.
Sin pensarlo más le dio un leve empujón al policía que impedía su paso y corrió.
En esos momentos todos se encontraban preocupados por la situación de peligro dentro de la cabaña, de lo cual Heriberto tomo ventaja para acercarse de más sin ser detenido.
Al otro lado de la puerta era donde se encontraba el verdadero caos.
T: ¡Doctor!
Heriberto no supo si el grito del teniente era un llamado o una riña pero él ingreso.
Al atravesar la pequeña sala vio como un par de policías apresaban a dos de los secuestradores por lo que con pasos acelerados llegó hasta la habitación continua.
Recién entrando sus ojos captaron la situación, sobre un colchón sucio se encontraba el cuerpo de Victoria con la ropa rasgada y manchas de sangre.
Rápidamente se acercó a comprobar sus signos.
Estaba viva.
H: ¡Una camilla! (pidió furioso)
Detrás de los policías, siempre en casos tan delicados, los escoltaba una ambulancia por lo que la ayuda no tardó en aparecer.
Xx: ¡Apártese!
Intervino un enfermero tratando de alejar a Heriberto de Victoria.
H: ¡Necesita que le presionen la herida!
Xx: ¡Señor! ¡Permítanos hacer nuestro trabajo! (agarrándolo del brazo)
Quizás por la situación o incluso simplemente el tono que utilizó, Heriberto se molestó con aquel enfermero y lo alejó de manera descortés.
H: soy el doctor Ríos Bernal (dijo entre dientes)
Santo remedio.
Nadie más se interpuso en su camino hasta llegar al hospital.
Debido a la ética de la que se regían, a Heriberto le fue imposible ingresar al quirófano pero eso no impidió que moviera algunas influencias.
Un poco más calmado se comunicó con Maximiliano para ponerlo al tanto y en menos de media hora ya todos se encontraban en la sala de espera.
M: ¡¿Por qué nadie nos dice nada?! (gritó exasperado)
F: Max (acercándose a abrazarlo) están haciendo de todo, solo debemos esperar
H: estoy igual que tú, Max (colocando una mano en su hombro) pero Fer tiene razón, solo nos queda esperar
Doblando la esquina Antonieta y Pipino venían cargados de cafés para todos.
La espera iba para largo.
A: toma, Fer (entregándole un café)
F: gracias tía (sonrió)
Pipino se acercó con las mismas intenciones a Maximiliano pero este no aceptó.
El tiempo de espera les empezaba a parecer eterno, doctores y enfermeras yendo y viniendo por los pasillos pero ninguno con noticias para ellos.