Prólogo.

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Prólogo.

 ⁞Villetown, Irlanda

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Villetown, Irlanda.

Dee.

Mi vista estaba en el suelo, mis manos se sentían frías y podía sentir la pesada mirada del detective Morrison en mí. No parecía observarme de manera ética, sin embargo, tampoco era una mirada lasciva, era más bien una mirada...melancólica. Como si veía en mi algo que le dolía recordar, que le carcomía las entrañas el siquiera pensar.

Su pluma repiqueteaba contra la mesa de caoba, causando un sonido hueco y en cierto punto, hasta desesperante.

Y me dolía.

Me dolía escucharlo, me dolía tenerlo que aguantar, me dolía porque se asimilaba dolorosamente al sonido del corazón de Nerezza mientras daba su ultimo suspiro. Suave...lento...y luego nada.

¿Por qué no me había matado a mi también? ¿Por qué se había detenido al ultimo instante? Yo también quería morir... Lo quería incluso más que cualquier persona en el mundo. ¿Por qué me dejó aquí? Sufriendo.

Claro, porque esa persona sabía que muerta me estaría haciendo un favor. Ahora que ellos no estaban... ¿Qué me quedaba? Estaba sola. Sola y maldita. Porque sus recuerdos quedarían enterrados como una daga oxidada en el fondo de mi corazón, pudriéndome.

—Desaydee. —Pronunció con voz grave el detective. Seguía observándome de esa manera que no me permitía mirarle directamente a los ojos. —¿Puedes decirme, de nuevo, como murieron tus amigos?

Asentí, y volví a recorrer la delgadez de la orilla de la mesa que nos dividía con mi dedo índice. El detective detalló el movimiento, pero no mencionó nada al respecto.

»―Nerezza Moore. ―Dijo, quedo, observándome fijamente con un supuesto disimulo que no le servía para nada. No conmigo.

―Fue la primera en morir. La apuñalaron tres veces.  

No dije más.

El detective soltó un suspiro. ―Es ultima vez que se lo repito, señorita Vanir. Tiene que darme mas detalles. Detalles. ¿Entiende?

Tragué saliva, incómoda. No tuve más remedio que asentir con lentitud. A ellos no les importaba que el corazón estuviera a segundos de salirse por mis labios. No les importaba lo destrozada que me encontraba. Ellos solo querían seguir con la rutina y dejar este caso en una esquina, un caso deshecho sin final.

―Quiero ayudarla. Pero usted no colabora, de esa manera no podem..

―El primero fue de espaldas. Ella me estaba viendo a mí. Estaba asegurándose de que no estuviera herida... la tomaron por sorpresa. ―Me dediqué una pausa. Apreté los ojos, alejando las lágrimas, y continué. ―El segundo, justo en el centro del estómago, le dieron la vuelta cruelmente, sin embargo, pude ver el final del cuchillo sobresaliendo por su espalda. Ella era muy delgada...

Severalls. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora