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Uno.

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Dos meses antes.
Centro Psiquiátrico Severalls.
7:23 A.M.

Dee.

¿Qué tanto dolería caer de cinco pisos?

Mis pies se tambaleaban en el borde del techo semiplano, mis manos extendidas se encontraban con la suave brisa mañanera, la cual también golpeaba mi rostro y hacía volar mi cabello.

Mi sesión matutina con la doctora Peeks había sido aplazada por su tardía. Y como tenía buen comportamiento en este establecimiento, me permitieron devolverme sola a mi habitación.

Gran error.

Ahora, estaba aquí. En el techo de Severalls, mientras me mordía el labio inferior y, con los ojos cerrados, probando mi suerte en el fino borde.

Con pasos cortos, empecé a dar la vuelta, hasta quedar de espaldas a la puerta y de frente al amplio bosque.

Los rayos del sol mañanero me recibieron y...

Esperé.

Esperé y esperé.

Pero las ganas y el miedo se fundían en un pozo sin fondo.

¿Por qué?

¿Por qué sentía estas imperiosas ganas de morir, y cuando tenía la oportunidad, la cobardía me embargaba?

¿Por qué simplemente no podía solo acostarme a dormir y no despertar nunca más?

¿Por qué, por qué, por qué?

Un subidón de adrenalina, un suspiro tembloroso y un pequeño grito silencioso lleno de pavor. Eso era lo único que podía hacer en ese borde, tan cerca pero tan lejos del asfalto que lucía entre marrón y negro desde acá arriba.

—Hazlo. —Una voz masculina me insistió. ¿Qué?

Si de algo estaba segura, es que yo no era esquizofrénica.

—Hazlo. —Prosiguió, y ladeé la cabeza justo a tiempo para observarlo salir de las sombras mientras sus dedos hacían bailar entre ellos lo que parecía una cuchilla bastante filosa. —¿Acaso tienes miedo? Patética...

Tragué saliva con fuerza.

No respondí.

—Venga... ¿En serio? —Se rio sin ganas.

Severalls. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora