Dos años han pasado desde el comienzo de los experimentos. Dos años durante los cuales no se ha producido ningún avance. Dos años de dolor y sacrificio que no sirvieron para nada.
Murray ha perdido y recuperado la confianza innumerables veces desde aquel lejano día. Su máquina no da señales de operar. En las altas madrugadas su fe flaquea, sin embargo cada mañana se levanta nuevamente para seguir intentando, no puede hacer otra cosa.
Por el contrario, la seguridad anida dentro de Sybil; está segura de que la solución se encuentra en la mente de Hanson Murray. A causa de ello, se presta a sí misma para las extremas experiencias, con la certeza de que algún día los cálculos darán en el blanco y el artefacto funcionará.
***
La mañana transcurre con rutinaria regularidad, cuando una niña de oscuros cabellos y grandes ojos curiosos entra con pasos inseguros en el laboratorio. Cuenta sólo siete años, no ha experimentado el pánico o la desesperación. Hasta hoy.
—¿Papá? ¿Estás aquí? —pregunta con voz clara.
Murray ha salido hace un par de horas, no tardará mucho en regresar. Sybil se encuentra encerrada dentro de su cámara, gracias a Dios. El procedimiento efectuado anoche la ha dejado mareada, no ha podido dormir o probar bocado. Lo único que contiene su estómago son fármacos. No se siente nada bien.
Sus sentidos despiertan con furia en el instante en que el sonido penetra sus oídos. Reconoce esa voz, la misma aunque no siempre la misma. Es la voz de una niña; en la habitación hay una pequeña, inocente, deliciosa niña. Qué hermoso regalo le ha deparado el destino, ha venido por su propio pie, luego de tantos años en los que sus esfuerzos se han visto frustrados.
Ella aún no ha notado ese extraño cubículo de acristalada apariencia; se dirige al escritorio, espera encontrar algo que le devele el paradero de su padre.
Las ansias lo consumen y se arroja con fuerza contra el vidrio, pateando y golpeando con todo el ímpetu de que es capaz; ese maldito material es resistente. En seguida la toma contra la puerta, lastima sus manos al aporrearla una y otra vez, cada golpe puede ser el decisivo; su fuerza se ha visto disminuida, pero debería resultar capaz de reducir esa maldita puerta a simples astillas de vidrio.
El estruendo rebota en ecos por toda la sala, armonizado con los agudos chillidos de la niña y los gruñidos de frustración y gula provenientes de la bestia.
—¡NO! —exclama Sybil atenazada de pánico, a sabiendas de qué ocurrirá si logra quebrar el vidrio—. Detente, atrás, Devanipue —ordena en un nítido susurro, un ruego casi.
Un intervalo de lucidez se inmiscuye en el caos de sus pensamientos, y una idea se impone por sobre las demás. Debe actuar rápido, sólo tiene dos opciones: obligar a la niña a huir de allí inmediatamente, o escapar ella misma, alejarse el mayor trecho posible de la pequeña. Comienza a gritar, batallando por encontrar su voz entre los berridos de Devan.
—¡VETE DE AQUÍ! ¡FUERA! ¡HUYE, MALDITA SEA!
La angustia y la confusión luchan en el rostro de Sophia, quien no logra procesar lo que ocurre. No entiende por qué su padre tiene una señora metida en una caja, y menos aún las emociones que produce en ella. Jamás ha experimentado algo así, nunca ha estado tan asustada; no sólo teme por su integridad física, no sólo sabe que esa mujer la destripará en cuanto logre ponerle las manos encima; teme también por su alma. Esos ojos comunican un sincero deseo de corrupción y locura, al observarlos urge en su interior el incontrolable impulso de arrojarse desde una ventana, de abrirse las venas con un cuchillo, de pararse frente a un tren en marcha; la cercanía de la nada es palpable, se siente como un abrazo, frío y oscuro, pero reconfortante.
Las manos de Sybil revisan su chaqueta con premura. Sus dedos al fin dan con un objeto metálico. “Debo concentrarme en correr, salir de aquí, irme lejos”, piensa al introducir la navaja en la reluciente cerradura.
No hay manera, la cerradura es imposible de forzar, no importa cuánto lo intente. El repentino conocimiento de esto propulsa una marea de ira en su interior; Devan se ha mantenido tranquilo mientras ella forcejea por abrir la puerta a la fuerza; ante la esterilidad de sus intentos toma nuevamente el control, un rugido explotando desde su garganta.
Sophia solloza con las manos sobre sus orejas, en cuclillas sobre el enlosado blanco. El pánico se ha apoderado de ella, no puede moverse un ápice. Su cuerpo se estremece con cada golpe que da la cabeza de Sybil contra la pared de la cámara, con un ritmo enfermizo y siniestro. Las estrías se dibujan en el vidrio; puede que tarde un poco, pero tarde o temprano se romperá, y Devan tiene todo el tiempo del mundo.
En este momento entra Murray, atraído por los sonidos que escapan a través de las paredes, y queda paralizado ante la escena que se desarrolla frente a sus ojos. ¿Qué rayos está pasando aquí?
La visión de su propia hija, llorando en el suelo, lo hace reaccionar y corre hacia ella.
—¡Sophia! ¿Qué haces aquí? —habla con visible enojo—. ¡No debes entrar aquí, nunca! ¿Por qué no lo entiendes? —exclama en tono autoritario.
Los estridentes sollozos de su hija se intensifican, derritiendo su ira.
—Tranquila, cariño —susurra, abrazándola—, ya estoy aquí, todo está bien.
Conduce a Sophia fuera del laboratorio, aún petrificada por el terror.
Un grito de desesperación tapa el sonido de los sollozos, la percepción inmediata de que la presa se escapa.
Murray se dirige hacia la cámara, erguido en toda su altura, determinado a lidiar con lo que habita bajo su techo. Una mirada a esos negros ojos es suficiente para que su aliento se congele y sus labios tiemblen. Había olvidado la electricidad que emanaba de ellos. La desordenada melena cayendo sobre su rostro le otorga la apariencia de un animal enjaulado. La sangre chorrea desde su frente en abundancia, embadurnando su cara de un rojo espeso.
Hacía ya dos años que no estaba en su presencia, no plenamente. ¿Qué posibilidades tenía contra un demonio? Empuña una jeringa, recién saturada de morfina en estado puro. Es una pelea desigual, mas la ciencia estaría de su lado.
Él lo había traído aquí, ya era hora de hacerse responsable por sus decisiones.
—Hola, Devan —pronuncia con firmeza—. Ha pasado un tiempo.

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Si el demonio quiere [Completa] DISPONIBLE EN FÍSICO
ParanormalYa disponible en físico: https://a.co/d/ivoAX94 Una terrible catástrofe se avecina. El fin del mundo como lo conocemos está próximo; pero el doctor Hanson Murray cree tener la clave para solucionarlo. Los planos para la máquina salvadora están en su...