Muñeca

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Salí a correr como cada tarde al mismo sitio de siempre, un polígono industrial abandonado, a las afueras de la ciudad. Correr me daba tiempo para pensar sobre mi vida, sobre lo estresante que era y desconectar para relajarme.

Vivía sola en un piso de Madrid, tenía 19 años. Mis padres eran muy estrictos, esperaban mucho de mí y yo no sabía si podria dárselo. Sabía que en el fondo se preocupaban por mí.
Mi vida social era mucho mejor, tenía los mejores amigos del mundo, siempre estaban ahí para mí y yo lo estaba para ellos. Siempre sabían como divertirse.
Mi vida amorosa no era tan genial. El ultimo novio todavía dolía.

Seguí corriendo hasta que de repente ví dos luces dirigirse hacia mí, estaban cada vez mas cerca. Rápidamente me aparté y el coche pasó a centímetros de mí como a 150 por hora. Este pasó por encima de un charco y me mojó entera.
Bien. Estaba mojada y cabreada, pero prefería no meterme en líos, la gente que pasaba por allí era problemática, que se escondía en lugares poco transitados por las personas normales y muy transitados por mí.
Después de acomodarme la ropa decidí seguir corriendo. De repente escuché el mismo coche detrás de mi, que poco a poco se iba poniendo a mi lado. Escuché que bajaba la ventanilla pero decidí no girarme.

- ¿Quieres una toalla muñeca?- Se escuchó una voz masculina en tono sarcástico seguida de una risa.- Estás un poco mojada.- Otra vez esa risa.
Bajé el ritmo, el coche también lo hizo. Me tomé un tiempo para respirar.
- No, gracias.- Dije seca y cortante.
- Ui, ui, ui... Que borde ¿no te han enseñado tus padres buenos modales?.- parecía divertirse.
- Me enseñaron a no hablar con extraños, y menos si pasaban por un charco y me mojaban entera.- estaba entrando en su juego y eso no estaba bien así que giré la cabeza y seguí caminando.
El coche se puso en marcha y volvió a alcanzarme. Me giré un instante y pude ver un rostro de labios perfectos sonriéndome y unos ojos marrones perfectos. El brazo con el que sujetaba el volante estaba lleno de tatuajes, de todas las formas y tamaños.

- ¿Sabes? nunca una chica me ha dejado con la palabra en la boca nena, y no vas a ser la primera.- se estaba divirtiendo y mucho.
- Y yo ya tengo experiencia con los chicos como tú.
- ¿Cómo yo? ¿Cómo?.- me miró con una sonrisa maliciosa.
- El típico chico malo, el gallito. Así que por favor dejame en paz y ves a enrollarte con veinte tías fáciles a la vez.- eso pareció afectarle.
- Tú no me conoces.- aceleró y se fue. Parecía enfadado, espero no estar en problemas.

El Chico De Los Tatuajes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora