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Una vez que encuentras la adicción en algo, sabes que ya no podrás detenerte nunca más. Eso podía asegurar Izuku que en cualquier momento podía desfallecer, quería más, pero tampoco podía. Izuku rogaba por más de ese delicioso beso y así lo estaba haciendo hasta que no pudo evitar marearse por la falta de aire.

Cuando respira paulatinamente, observa a detalle las facciones de Katsuki. Un tierno sonrojo que trata de ocultar y el fuego pasional que hay en sus ojos, quema su interior haciendo explotar miles de emociones que hasta ahora creía imposibles.

No sabe cuándo ni cómo sus manos pasaron a rodear el cuello del mayor con fuerza, ni que sus piernas se enrollan en la cintura ajena. Menos se detiene a pensar en las manos que rodean su cintura con ternura o que la piel húmeda lo excita a más no poder.

– Yo... – en su mente prepara miles de preguntas y respuestas, sin embargo, se calla.

– Solo cállate –o lo callaron.

Katsuki lo vuelve a besar con mucha más intensidad que la anterior. Se deja llevar por esa sensación tan placentera que se pierde en el sabor de su boca, no hay nada más que la tentación haciéndose presente. Si pueden devorar con libertad aquello, entonces no hay porque oponerse.

– ¿Lo has hecho en el agua? – Izuku sonrojado sube de nivel a un semáforo en rojo.

– Ni siquiera lo he hecho... – menos pensaba que su primera vez sería con un hombre.

– Yo menos – sabía que se refería al hecho de que nunca tuvo sexo con otro chico – Por eso, probemos – para todo hay una primera vez, solo espera no hacerlo mal.

– Ni siquiera sabía que era gay – ríe nervioso, en toda esta catástrofe ni tenía tiempo de pensar en un amorío.

– Claro que no, solo te gusto yo – camina con Izuku en brazos por el agua, necesita sacarlo porque expertos en la materia claramente no eran.

– ¿No eres hombre acaso? –

– Soy el hombre que te hará ver las estrellas en la cogida de tu vida – definitivamente era muy gay.

Como si fueran adolescentes tenían dudas, nervios y algo de miedo. A pesar, de que el candente deseo de estar juntos era tan sofocante, existía el pensamiento asustadizo de lo que podría salir mal. Katsuki sabía que cada relación que tuvo no era igual a la anterior, parecidas en algunos aspectos, pero no iguales; en ese corto tiempo con el peliverde sabía que podía asustarse con algo brusco.

– Si algo no te gusta, dímelo – besa su frente con cuidado, mira sus ojos inseguros que asienten ante la orden.

Tocó cada parte de su cuerpo, besó cada lunar que encontró y deseó dejar marcar en cada centímetro que se le hacía bello. Nunca había tenido el afán de hacer todo eso, admirar solo la piel de quien estaba suspirando por lo que hacía, pero con Deku, simplemente disfrutaba de palpar su piel.

Bien podía ser toda una bestia con las chicas que tuvo una relación formal, pero el sexo era otra cosa. No había una sola que le dijera que era demasiado rudo en la cama, cosa que de cierta forma lo ponía de mal humor; trataba tanto de contenerse que al final quedaba tan insatisfecho como al principio.

Por eso cuando Izuku solo se dejo llevar por el éxtasis que le brindaba y suplicaba por más de aquella ruda, pero placentera, experiencia. Parecía querer hablar, pero su saliva y gemidos dejaban miseros balbuceos que reflejaban llegar al punto máximo. El puto orgasmo más satisfactorio de toda su vida, sentir ese vaivén dentro de las paredes apretadas del peliverde, como succionaba en cada estocada y la liberación de ambos fue algo que le hizo quedar sin aliento.

En la guerra, el amor no cuenta | KatsudekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora