Prólogo

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Era extraño empezar el día con una mañana tan cálida de primeras. Aquello iba adelantando lo hermoso que sería el porvenir, esta nueva jornada que se encontraba adornada por miles de rayos que la hacían brillar.

Había esperado por esto durante gran parte de mi vida y hoy, por fin, renacería. Cumpliría mi metamorfosis y saldría la forma espléndida de mi persona, la cual se había estado formando desde que llegué a los brazos de mis padres, de los individuos que dieron cada parte de su ser para protegerme.

Y me había prometido a mí misma que los enorgullecería...

Porque de verdad, esperaba enorgullecerlos, honrarlos con los pasos que decidiera dar y emprender un vuelo tan alto como el que ellos esperaban, ansiaban, ver de mí.

Eran los entes que me habían dado la vida y hecho de todo para que pudiera ser feliz, y así fue, para que lograra existir con libertad, con la plenitud que toda persona merece...

Incluso si hubieran tenido que sacrificarse por mí... Que dejarlo todo por mí, jamás se detuvieron, jamás pensaron en lo que sería de sí mismos.
Y estaba agradecida, profundamente agradecida de lo que me habían entregado.

Su amor era el más grande y lo continuaría siendo hasta el fin de la humanidad. Era un cariño tal que, su pureza y su veracidad lo hacía indomable, indómito, excepcional. Nada podría igualar algo tan sincero como aquello, algo tan imbatible como ese sentimiento que se transmitieron...  Que me dieron en cada segundo que transcurría de mi vida. 

Los llevaría enternamente dentro de mi corazón, de mi mente con los miles de millones de recuerdos que guardé de nosotros, de nuestra familia, y cada vez que surgía una nueva evocación, la emoción azotaba mi integridad y la llevaba a la magia de lo hermoso, de lo sublime, de lo ideal.

Un sueño que ellos habían hecho realidad.

Y yo había sido la pieza fundamental de aquella ilusión.

Me miré en el espejo por última vez, escuchando el silencio que había por fuera de la habitación. Me veía bien, me sentía bien.

Mi corazón latía fuertemente, inexplicable e incontrolable, tenaz y soberbio a todo pensamiento e intento de detener mis nervios. Para ser así de temprano, las pocas horas que dormí pasaban como si hubiesen estado reunidas en la cantidad adecuada.

Unos pasos sonaban, despacio y cautelosos, tal cual no deseasen ser pillados, mas mi oído era tan imponente en su correspondiente habilidad que, era imposible que un sonido hubiese pasado desapercibido y, si fuese así, estaría más que decepcionada de mi organismo.

Sonriente, me encaminé hacia la puerta y tomé el pomo, girando el cerrojo y empujando la gran pieza de madera para mostrarme el exterior. El pasillo estaba iluminado, envuelto en un manto especial y divino, celestial. Saqué mi cabeza primero y, luego, el resto de mi cuerpo, lista para dar inicio a una película de estreno, a una saga que me entregaría mucho contenido para divagar, para sentirme completa.

Cierta melodía comenzaba a sonar...

Apenas dejé la habitación, me topé de inmediato con el rostro de mamá y, aunque yo me lo esperase, le sorprendió este encuentro, provocando que saltase a causa del pequeño impacto. Me reí de inmediato, seguida por sus carcajeadas.

Parecían figuras que caían como gotas, como el rocío de la mañana... Eran notas, unas tras otras, en medio de una persecusión.

El Rastro de Nuestro Amor en la Eternidad [Fanfic de "El Fantasma de la Ópera"]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora