epílogo

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Nayeon terminó de acostar al pequeño Byeon, cantando una suave canción de cuna mientras su bebé cerraba sus ojitos, apretando uno de sus peluches para dormir

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Nayeon terminó de acostar al pequeño Byeon, cantando una suave canción de cuna mientras su bebé cerraba sus ojitos, apretando uno de sus peluches para dormir.

Su niño terminó por dormirse completamente y ella abandonó la habitación, llendo al dormitorio que compartía con Mina, no la encontró, ahogó un grito cuando los brazos de la mayor rodearon su cintura, asustandola.

Escuchó la risa de Mina en su oído, la cercanía lo hizo ruborizarse.

— ¿Te sorprendí, cariño? — susurró, sus labios tocaban su oreja, antes de que pudiera responder, la castaña bajó al cuello de la menor y comenzó de dejar suaves besos.

— M-Minari— Nayeon pasó saliva con nervios.

—Nayeonnie, déjame besar tu cuerpo de nuevo— pidió—. Hace mucho no lo hago, quiero hacerlo, lo estuve esperando, ¿Me dejas? — y es que desde su regreso a su mundo, Nayeon no la había dejado dar un vistazo a su cuerpo en ningún momento de aquellos estresantes dos meses.

Y continuó dejando húmedos besos en su cuello, que la hicieron jadear hasta asentir.

Mina la volteó, besando sus labios mientras avanzaba hacia la cama, con Nayeon caminando de espaldas, la mayor se detuvo antes de que su amada chocará con la cama.

Sin dejar de mirarla, Nayeon se recostó sobre las sábanas, su respiración agitada y su expresión necesitada eran más que hermosas.

Mina se colocó a horcadas sobre ella, sus manos pasaron por debajo de la remera de Nayeon, acariciando su torso con suavidad hasta pasarla sobre su cabeza.

Entonces, Nayeon cerró los ojos y quiso irse, no quería que Mina viera lo que había cambiado.

Su cuerpo con músculos marcados se veía más perdido, el embarazo había echo que una capa de grasa cubriera sus músculos que también se habían reducido por la falta de ejercicio y de gravedad en el espacio, notándose menos que antes, pero en su estómago se notaban las estrías, esas cicatrices que adornaban su bajo vientre y que a ella no le gustaban.

Sintió a Mina tocarlas con la punta de sus dedos, trazando el camino de esas líneas.

Se cubrió el rostro con sus manos, sintió las lágrimas en sus ojos y se mordió con fuerza su labio inferior.

— Nayeonnie— Mina se acercó a ella, su voz era suave, sus manos tomaron sus muñecas, en una señal para que las apartara, pero no lo hizo, Nayeon negó—. ¿Qué pasa, amor?

La castaña se acercó a ella para dejar besos sobre las manos de la menor, luego de unos cuantos un sollozo escapó de los labios de la pelinegra, haciendo que Mina se separa un poco con preocupación en su mirada, Nayeon apartó sus manos y lo miró como si pudiera disculpas.

— Nayeonnie, bebé...— Mina limpió sus lágrimas—. No llores... ¿Por qué habría que llorar, cariño?

— N-No me gustan— murmuró, una de sus manos escapó del agarre de Mina para cubrir un poco esas cicatrices.

— Nayeonnie... — murmuró la mayor, se alejó de su rostro, para bajar hacia su vientre, tomó la mano que cubría un lado de su bajo abdomen, y un par de esas marcas, para comenzar a dejar besos sobre ellas, besando con cariño su piel mientras seguía tomando su mano.

Nayeon sonrió, se sintió tan bien en su interior ese gesto, y Mina no se detuvo, continuó besando cada una de esas marcas, sacándole unos cuantos suspiros por estar tan cerca de su parte baja, mandando cosquilleos por toda su columna en algunos besos más calientes.

Sus manos se separaron sólo cuando Mina se apartó para quitarle las prendas que le quedaban a su amada, dejando su cuerpo totalmente a la vista.

Besó a Nayeon en los labios una vez más, impulsada por todo el amor que le tenía, que florecía cada vez que la miraba, mientras pasaba sus manos por todo el cuerpo de la menor, sacando suspiros y jadeos entrecortados por el encuentro de sus belfos.

Se encargó de decierle que la amaba, nunca se cansaría de decirlo, miraba a esos ojos llenos de estrella con admiración y cariño, Nayeon sonrió apenas un poco, sus lindos dientes se asomaron entre sus hinchados labios como respuesta.

Y besó todo su cuerpo de nuevo, volviendo a encontrar sus labios con cada centímetro de su piel, que tanto había extrañado.

Podría decir que estaba algo cambiada, pero la amaba igual, amaba esas nuevas marcas también, porque eran la prueba de lo que había logrado, del fruto de su amor y de su lucha.

Y amaba a Nayeon también, con todo su corazón, con todo el universo en su interior, y lo seguiría haciendo por siempre, hasta que los astros dejen de girar, hasta que el universo desaparezca y todo vuelva empezar, y seguramente, incluso luego de eso, lo amaría también.

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