𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 3: 𝓛𝓲𝓬𝓸𝓻 𝓔𝓷 𝓤𝓷𝓪 𝓣𝓪𝔃𝓪

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C r a i g . . . 

— Jadeos calientes salían de unos dulces y carnosos labios de durazno por movimientos bruscos causados en su cuerpo —

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— Jadeos calientes salían de unos dulces y carnosos labios de durazno por movimientos bruscos causados en su cuerpo —

 M á s . . . 

— Unos preciosos ojos brillantes suplicaban con la mirada cubierta de sin fin de colores rojizos acompañados de pequeñas lágrimas cristalinas — 

¡Q u i e r o M á s . . .! 

— Dulce y melodiosa voz superando los cantos angelicales de las iglesias, piel más suave que la porcelana recién pulida entre sudor —

 ¡ . . . C r a i g . . . !

Fuertes golpes provenían de la puerta junto con una voz semi-infantil llamando al mayor que estaba en una situación bastante bochornosa, el pelinegro solo pudo detenerse un tanto agitado por los movimientos ocasionados con su mano. Torció los ojos y frotó su rostro con ambas manos regresando a su triste realidad, recupero aire para poder responderle a su hermana menor Tricia.

¡Hey, idiota, necesito retocarme el cabello! — Levantó la voz mientras seguía dando golpes fuertes a la puerta —

¡Ya voy, Tricia! ¡Ya voy! — Respondió molesto. Cerraba las llaves de la regadera, tomó una toalla y la coloco al rededor de su cintura cubriendo gran parte de su zona íntima y piernas dejando al descubierto la pelvis y el pecho acto seguido salió de la ducha dirigiéndose a la puerta, abrió esta encontrándose con su hermana menor escupiendo fuego de los oídos —

¡Por fin! ¿Qué hacías ahí dentro? ¡No eres el único en la casa! — Exclamó con furia mostrando el dedo medio intentando alejarlo de la puerta — 

Cállate mocosa. — Regreso la seña del dedo medio — ¿No pudiste esperar cinco minutos más? — Ponía fuerza para que no le fuera tan fácil a Tricia entrar —

¡Tú vas a irte después de nosotros, lo lógico es que yo haga mis cosas primero! — Utilizaba toda su fuerza, apenas logro mover un centímetro al mayor — ¡MUÉVETE QUE PAPÁ ME ESTÁ PRESIONANDO! — Entró al baño empujándolo de un fuerte portazo logrando que este se moviera del dolor ocasionado en su espalda y cabeza —

¡Puta madre, Tricia! — Fue lo único que pudo decir desgraciadamente ella ya estaba dentro, de todas maneras no podía hacer mucho más que darle un jalón de orejas, dejo que la menor hiciera sus cosas y él se fue a su habitación a vestirse para la "gran" noche —

𝓐𝓶𝓪𝓻𝓰𝓪 𝓥𝓮𝓻𝓭𝓪𝓭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora