IV.

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Mientras ponía con cuidado la tapa en su sitio y retrocedía, lo ví: un chico de pelo rubio asomándose ppr detrás de su madre. ~Los Juegos del Hambre

¿Cuántas horas habré pasado en aquella casita al lado de la Pradera...? No lo sé. Sin embargo, puede que sean las mejores.

Como he mencionado antes, mi madre habilitó su antiguo hogar en una especie de farmacia. No lo hace por lucrarse, sino por tener algún tipo de distracción y mantener vivo el recuerdo de su familia.

Y si realmente tuviéramos que vivir de lo que da la botica, no tendríamos un duro. El nuevo hospital del distrito le come mucho terreno a la gente que como mi madre se dedican a pone en práctica todo aquello que generaciones pasadas les han enseñado. Claro, es que si comparamos medicinas y maquinaria con plantas y ungüentos, ya me dirás...

La verdad es que el sustento familiar se basa en la panadería de mi padre. Un buen jornal saca éste diariamente vendiendo ese néctar de dioses de color dorado y textura crujente. Por otra parte, innecesario es que mi padre trabaje pues, con el dinero que han ganado mis padres gracias al Capitolio, podrían haberse retirado con tan solo 25 años.

Volviendo al tema que nos ocupa, mi madre suele tratar a mineros heridos en su trabajo. Heridas que suele curar muy madre son fracturas de huesos y quemaduras a causa de minerales corrosivos. Yo me dedico básicamente a cumplir órdenes: "Willow, trae me esto", "Willow, ve a comprar lo otro". Y la verdad es que lo agradezco, pues una vez me dio por mirar los que hacía mi madre y vi una pierna atravesada por una barra metálica, con un color amarillento. Y mientras vomitaba solo se me ocurrió preguntarme tres cosas:
1) ¿Cómo se había hecho eso aquel pobre hombre?
2) ¿Cómo podía soportar ver eso mi madre?
3) ¿Cómo es que lo habían traído allí en ver de al hospital?

Respuestas:
1) Hubo un pequeño derrumbamiento en la mina.
2) Mi madre tiene muchas tablas en esto.
3) Si hubieran esperado a llegar al hospital, aquél hombre estaría muerto.

Poco a poco fui haciéndome fuerte contra ese tipo de visiones. Fui subiendo escalafones, mi madre iba delegando en mí a medida que iba pasando el tiempo. Pasé de ser una vulgar chica de los recados a toda una enfermera.

Aquel angosto y acogedor lugar se convirtió en mi segundo hogar. Aquella rica decoración con la que mi madre había adecentado la botica era simplemente inimitable. Estantes, macetas con plantas, libros y fotos. Todo ello ricamente ornamentado con las lágrimas que aquellas fotografías sacaban a mi madre.

Lo que para mí era la botica, para Rye era la panadería. Se pasaba horas frente a los hornos. Probar sus manjares era todo un placer para toda la familia. Sabía que lo suyo era el horneado, como para mí lo era la sanación.

La panadería era un sitio muy simple: dos hornos, un mostrador con vidrieras y la trastienda, donde mi padre hacía las cuentas. Mi hermano era feliz allí.

"Mis Memorias" - Willow MellarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora