Prólogo

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Con las fuerzas que saco de esto, abro la carta de mi madre que me dio Haymitch, marco el número de teléfono y lloro con ella. ~ Sinsajo

Hospital del Distrito 4, sala de espera.

Mi hermano se dedica a juguetear con un bolígrafo para distraerse. Mi padre vuelve de la cafetería con un té en las manos. Sinceramente, admiro su capacidad de echarse algo al estómago. Seguramente lo haga por evadirse.

Esta situación que agraba consigo tanto silencio entre nosotros es el hecho de que mi abuela esté siendo sometida a una difícil intervención quirúrgica de la que depende su vida. Todo empezó cuando mi abuela llamaba a casa y la notábamos un tono de voz extraño. Sin embargo ella negaba estar mal. La mala noticia nos llegó hace unos días cuando el doctor Smith, jefe de mi abuela (ella trabaja de enfermera en ese hospital), nos dijo que viniéramos.

Ahora mismo me puedo imaginar a mi madre, dentro del quirófano (exigió a los médicos que quería estar presente), hecha un gurruño, balanceándose en una esquina diciendo algo así: "Me llamo Katniss Everdeen, tengo 40 años, vivo en el distrito 12", etc, etc. En esta situación, a pesar de tener solo 18 años, me siento la persona más madura de mi familia.

Esto me sirve para darme cuenta cuán efímera es la vida, cómo no hace ni dos meses estabamos todos en el 12, celebrando mi cumpleaños. Y ahora, sin saber si la volveré a ver (con vida, me refiero).

Y si analizamos bien esto, los restos de nuestro paso por esta aventura que es la vida no se guardan en la memoria de la gente a no ser que hayas hecho algo importante. Como ejemplo podría poner a mi madre: ella fue la trágica amante del 12, la favorita del Vasallaje de los 25, el rostro de la Rebelión y la cara bonita del actual Capitolio. Sin embargo, mi abuela, por mucha madre del Sinsajo que sea, no sería tan recordada como su hija. Por eso, en la escuela no paran de hablarnos de la importancia de los libros, que guardan en ellos a las personas. Incluso las novelas de ficción guardan las ideas, inquietudes e incluso frustraciones del autor.

Y, ¿por qué no escribir mis memorias? Si, sería una buena manera de mantenerme ocupada en estos momentos de zozobra que ahora nos cubren a todos y, de paso, registrar los recuerdos de esta chiquilla que por mucho que el Capitolio se empeñe, jamás será tan importante como sus progenitores. Si, habéis leido bien, Paylor quiere mostrarnos a los Mellark como ideal de familia perfecta que supera las adversidades en paz y armonía. Y a mi me ponen como "prototipo" de adolescente de Panem. Nos ofrecen muchas invitaciones a diversas celebraciones. Nos negamos un 75 por ciento de las veces. Una de las muchas cosas a la que nos parecemos mi madre y yo es el odio hacia el capitolio, por muy democrático que sea.

Sin más dilación, pido en recepción papel y robo astutamente el bolígrafo de manos de mi hermano que, con razón, protesta. Por suerte, consigo disuadirle diciéndole que cierre el pico, que papá (al fín) ha conseguido dormirse. El pobre lleva unas veinticinco horas sin cerrar los ojos. Creo que es suficiente razón como para parar esta absurda bronca.

"Mis Memorias" - Willow MellarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora