ESE PRIMER TROPIEZO

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A pesar de su exitoso debut hace seis años, las Cotton Candy son un grupo de chicas que no logran atraer la atención del público desde hace algún tiempo. Jenna, su líder, intenta por todos los medios seguir cumpliendo su sueño, pero el nuevo CEO de la compañía parece no estar dispuesto a ponerles las cosas fáciles y quiere disolver el grupo.


ESE PRIMER TROPIEZO


Hacía años que no contemplaba este horizonte y respiraba este olor tan característico. Con las manos apoyadas en la barandilla, paseo la vista de un lado a otro, intentando averiguar qué siento en estos momentos.

Me marché de Corea hace casi veinte años para huir de la nueva familia que mi padre había formado y de la que me sentía que me había excluido. Creía que, de alguna forma, había traicionado el recuerdo de mi madre al casarse con esa otra mujer. Me cabreé tanto que rellené una solicitud de una universidad americana, en la que fui aceptado enseguida gracias a mis calificaciones. En realidad, lo hice por despecho, pensando que mi padre pondría el grito en el cielo y se negaría en rotundo. Que incluso entraría en razón y me pediría disculpas. Pero no solo le pareció una idea fantástica, sino que se aseguró de que no me faltara de nada. Se hizo cargo de mis estudios y de mi manutención hasta que conseguí un trabajo de asistente de dirección en una cadena de televisión local en la que había hecho prácticas y empecé a ganarme la vida.

Y a labrarme mi reputación.

Jamás me dejé llevar por las emociones. El beneficio económico era lo único que me importaba, aunque eso significara despedir a cientos de trabajadores y rescindir contratos de colaboración con años de antigüedad.

Se puede decir que todo lo que he conseguido ha sido gracias a mi padre. Su rechazo, por llamarlo de algún modo, curtió mi carácter. Ahora lo sé, y le estoy agradecido por ello.

Nunca tuve la intención de volver a Corea, pero la propuesta de Starpeace es un verdadero reto para mí. Me ofrecieron el puesto de director ejecutivo, con manga ancha para hacer y deshacer a mi antojo. Han depositado en mí total confianza y han puesto el futuro de la discográfica en mis manos. Por no hablar de la suma de dinero que me van a pagar.

De lo primero que me tengo que encargar es de deshacerme de todos esos recursos que no reportan beneficios, y pienso hacerlo rápido. No quiero perder el tiempo en tonterías ni darle demasiadas más vueltas. Los números no mienten y reflejan la realidad de forma fiel.

Tras estudiar cada caso, decidí rescindir cuatro contratos. Redacté los documentos necesarios e hice que nuestro abogado les comunicara la noticia a sus respectivos representantes. No se puede decir que no se lo esperaran, porque sus carreras estaban en pleno declive. Así pues, en la semana escasa que llevo aquí, ya me he liberado de algo de lastre.

Rápido y fácil.

Satisfecho conmigo mismo, respiro profundamente y meto una mano en el bolsillo interior de mi americana para sacar el paquete de tabaco.

«Debería empezar a plantearme dejarlo...», pienso, aunque soy consciente de que lo hago para calmar mi conciencia, ya que no tengo intención de hacerlo en realidad.

—Soy tan tonto... —escucho susurrar a mi espalda.

Estaba tan concentrado en mis propios pensamientos que no me había percatado de que no estaba solo en la azotea del edificio.

Observo al tipo por el rabillo del ojo mientras me enciendo el cigarrillo. Vestido con unos pantalones vaqueros raídos y una simple camiseta de manga corta, con el pelo despeinado y una expresión compungida en el rostro, no parece estar pasando por su mejor momento.

Idol: The coupDonde viven las historias. Descúbrelo ahora